Yo
soy un papagayo. Me crean o no me lo crean.
Más
que eso. Soy un papagayo con historia, con nombre y apellido.
¿Qué
un papagayo tiene historia, nombre y apellido?
Claro
que sí. Porque estoy en la vida de un hombre que desde muchachito supo que para
andar para arriba y para abajo, de monte en monte, de aventura en aventura, de
país en país, ello era posible si se utilizaba el volador.
Más
aún: ¡siendo el propio volador!
Y
fue tanto su apego a los voladores que un día decidió fundar la empresa del
papagayo. Más que eso, fundó La casa del
volador de la Libertad.
La
voz se corrió tan rápido que de muchas partes empezaron a venir niños y
adolescentes en procura de estos papagayos que no sólo volaban.
Eran,
son y serán papagayos con un vuelo permanente de libertad, amor y solidaridad. Eran,
son y serán unos papagayos que tienen unos enormes ojos, unas grandes orejas y
unas bocas muy grandes pero invisibles para que cada uno de nosotros los
hagamos volar con miradas, oídos y voces atentas, despiertas, como para desterrar
la desidia, el miedo y la injusticia, estén donde estén.
Así
lo entendieron un hombre y dos mujeres: Agustín Blanco Muñoz, Mery Sananes y
Daniela Barrolleta que, desde hace 30 años sostienen con afán y tesón una
cátedra que es historia.
Más,
una cátedra que es el nombre y apellido de aquel hombre que se hizo volador, se
encontró con otro capitán de vuelo: el Rector-Fundador Carlos Alberto Moros
Ghersi. Y, que me hizo a mí, a ti, a todos ¡unos papagayos de la libertad, por
siempre y para siempre!: La Cátedra
Pío Tamayo.
Palabras pronunciadas por Armando Quintero en el Homenaje realizado por los 30 años de la Cátedra el 27 /01 / 2014 enla Sala E de la UCV.
Texto: Armando Quintero a partir de una idea de Agustín Blanco Muñoz / Ilustracion: Archivos de Google
4 comentarios:
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Bello
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