Lectura
múltiple, lectura activa, la de quien escucha narrar un cuento. Le interesa lo
que ha podido escuchar pero, quizás mucho más, lo que ha querido escuchar: todo
lo que le evoca, le sugiere, le exenta, le implica, de manera clara o vaga. Y
está seguro que el narrador, al mirarle, ha descubierto cuál es su verdadera
relación con el cuento. Y que le comprende y le acompaña. Por ello, de alguna
manera, es su cómplice.
Los cuentos, sobre todo los mejor logrados
para la oralidad, son formas sencillas que reposan en estructuras narrativas
unidimensionales. Un cuento va en un sentido: rara vez se subdivide en varios
relatos. No es que sea monosémico y que sólo sea posible la interpretación
“lineal”. Todo cuento propone interpretaciones globales. Eso lo saben a total
conciencia o no – el cuentista que lo ha creado, el narrador oral que lo recrea
y el público que coparticipa en el acto artístico. Como saben que el cuento
cuenta. Y cuenta.
Con los cuentos se poetiza y se juega. Se
crean y recrean a partir de una intuición concreta. Las acciones del cuento se
vuelven posibles con, por y entre los otros. Por ello el narrador poetiza, crea
y cree con el público: elige las palabras, teje el cuento, arma trampas, vigila
para hacerlo caer sorprendido. Y el público poetiza, crea y cree con el
narrador.
Por ello, el narrador juega con el público:
sabe que el público le sigue pero, también, se le escapa y quiere escuchar
rápidamente: sabe que el público será coautor de la historia que narra, la
interpretará a su manera. Y el público juega con él. Y lo saben ambos.
Como
saben que, tanto él como narrador oral como su público como escucha, son seres
que tienen tiempo y aprenden a usarlo. Incluso gozando de la calidad del
silencio que les rodea. Gozando de esa invisible y silente campana que generan,
en el acto de ser narradores-escuchas y escuchas-narradores, con todo su hacer,
con todo su ser. Gozando de ese silencio al que provocan, porque es un silencio
poblado de imaginación, un silencio colectivo, un silencio compartido, donde
las palabras, como las del poeta, lo rompen para recrearlo. Gozando porque el
trabajo creativo de un cuento, implica un “esquema dinámico de sentido” con una
doble función fecundante: la de narradores y la de escuchas, interrelacionadas
permanentemente en un acto de amor: una comunicación abierta y solidaria, donde
ambos comparten la confianza. ¿Pretendemos algo más para una pedagogía
verdaderamente activa?
Pero
con un detalle importante: nuestra misión principal es divertir, sólo eso.
Fue a partir de una conferencia que dictó Rubén
Yánez, el director de la agrupación teatral
uruguaya “El Galpón” –allá por mediados de los años ochenta, en la
ciudad de Valencia (Venezuela)- que aprendí a utilizar la etimología de la
palabra divertir en mis talleres de narración oral. Hacía muchos años que la
conocía e, intelectualmente, la utilicé mucho en mis clases de literatura.
Recuerdo que la apliqué por primera vez en una clase magistral, que expuse ante
un tribunal de Práctica Docente en mis estudios como Profesor en Literatura, y
era sobre el soneto “Los bufones” de Rubén Darío. Pero volvamos a la
conferencia de Yánez. El tema central que se estaba exponiendo en ella, era
sobre la importancia del humor en el teatro. En medio de varios aspectos muy
importantes que se venían desarrollando, de pronto, se nos preguntó a los
asistentes sobre qué era divertirse, cuándo era que uno se divertía, cómo era
que se sentía quien estaba divertido.
Desde la extrañeza inicial surgieron múltiples respuestas, válidas
todas, ninguna descartable, más bien, sorprendentes. Al comenzar a crearse el
silencio inmediato a tanta descarga, el expositor preguntó sí alguno conocía el
significado inicial de la palabra, de dónde venía, su etimología. De inmediato
aseveró que, en el antiguo latín, la palabra “divertir” era una palabra
compuesta, formada por los vocablos “di”, dos, y por “vertir”, verter: volcar
un líquido de un recipiente a otro. “Dos veces volcar” sería su significado
inmediato. Señaló, además, que es eso lo que se pone
de manifiesto cuando uno se divierte: uno recibe algo de alguien o
algo, y lo vuelca de nuevo hacia los otros, o lo otro. Es decir, “saca hacia fuera lo que tiene dentro” Y agregó que, si ese era el verdadero
significado de la palabra, se podía, concluir, con mucho humor: “Por supuesto,
nadie nos va a mostrarnos lo peor de él, nos va a sacar siempre lo mejor”
Es obvio,
pero no por obvio, innecesario, señalar que, con esa intención nos disponemos
siempre a asumir cada uno de los pasos, cada uno de los ejercicios, cada uno de
los momentos que nos correspondan en las actividades de nuestro taller. Todos.
La tarea es común, participativa, incluyente y nunca -en lo posible e
imposible- excluyente: aprender jugando, divirtiéndonos de lo mejor, en lo
mejor.
Texto tomado del documento ¿Quieres contar cuentos? elaborado desde 1991 al 2000 como material de apoyo para los estudiantes del Seminario Narración Oral y Artes Escénicas dictados en las Escuelas de Educación y de Letras de la UCAB. En el año 2000 comienza a aparecer en la Web en los enlaces que se muestran abajo.
Texto tomado del documento ¿Quieres contar cuentos? elaborado desde 1991 al 2000 como material de apoyo para los estudiantes del Seminario Narración Oral y Artes Escénicas dictados en las Escuelas de Educación y de Letras de la UCAB. En el año 2000 comienza a aparecer en la Web en los enlaces que se muestran abajo.
http://www.analitica.com/media/3183637.pdf La foto fue tomada en el VII Festival de Ibagué, Colombia.
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