Una excelente foto tomada de Google que puede muy bien ilustrar a la posía del autor.
Sobre Jairo Aníbal Niño o ¿Qué importa en una
biografía?
¿Importa si este autor nació en
Moniquirá, Boyacá, Colombia, 5 de septiembre de 1941? ¿Importa si fue un prolífero
escritor que publicó como unos cuarenta libros? ¿O sí se dedicó a la literatura
infantil y juvenil, área en la que nos brindó algunas de las obras más
significativas de nuestro continente a pesar de no creer en ella sino en La
Literatura y, que cultivó la narrativa para adultos, la poesía y, sobre todo,
el teatro?
Foto
tomada de El Tiempo de Bogotá. Ilustró la nota de Celso Román publicada el
05/09/2010
¿Importa si al abandonar los estudios, que había iniciado
en Bucaramanga, se dedicó al dibujo y a la pintura? ¿Importa si formó parte del grupo artístico
La Mancha y que a finales de los años 70 se volcó al teatro como actor,
director y titiritero? ¿Si se integró a grupos teatrales de protesta y al
Teatro Libre de Bogotá?
¿Importa si su producción dramática
abordó temas relacionados con los conflictos de la sociedad colombiana de su
juventud desde perspectivas críticas y muy sarcásticas? ¿Importa que sus piezas
dramáticas más importantes hayan sido representadas en diversos países latinoamericanos
y europeos, como Las bodas de
lata o el baile de los arzobispos (1968), El monte calvo (1975), Los inquilinos de la ira (1975)
y La madriguera (1979) y Efraín González (1980)? ¿Importa si publicó diversos
libros de relatos breves como Puro
pueblo (1977), Toda la
vida (1979) y Crónicas del Quinto
Viaje? ¿O si, en el campo de la literatura infantil y juvenil, haya que
destacar títulos como Zoro (1977), De las alas caracolí (1985),
La alegría de querer (1968), Los papeles de Miguela o Preguntario(1989)?
Lo que importa es que era un ser que
creía y pregonaba la condición alada de los humanos que se elevó la madrugada
del 30 de agosto de 2010 en Bogotá. Y que, al conocerlo, siempre apreciamos el sentirlo
como un hermano del corazón.
Sobre La alegría de querer de Jairo Aníbal Niño
De
Jairo Aníbal Niño uno aprendió muchas cosas: desde tener una casa, como la
tenía mi abuelo del corazón, cuyas paredes no eran de ladrillos sino de
libros, hasta asumir a la ternura y el humor
como respuestas a las diversas formas de la violencia. De Jairo Aníbal Niño, sobre todo, uno aprendió a abordar la
realidad cotidiana desde el lado poético
de la misma: aún en aquellos instantes en que pudiera ser demasiado cotidiana,
muy común, posiblemente vulgar. Y aprendió, sobre todo, a dejar de ser un
adulto y a sentir todo como lo siente un niño, tanto en lo sensorial como en lo sentimental.
Más aún, a comportarse como un niño, a ser un niño. Y hasta, es seguro, con esa
mirada que pondría el caballo que era
bien bonito. Esa en la que, Aquiles Nazoa con su hermana Elba, viajaban a
la escuela de sus siete años “cuando él –el caballito- miraba para allá”.
No
es porque si que hemos retomado -y hasta retocado- un fragmento de la Vivencia
II que escribiéramos hace varios años en nuestro texto ¿Quieres contar cuentos? (Quintero, 2005). Como tampoco es porque
sí que tomemos estas palabras que Celso Román, su doble compadre y amigo,
dijera para El Tiempo de Bogotá ante su vuelo hacia los espacios alados donde
habitan “todos los poetas que en el mundo han sido”:
Con su obra nos invitó a soñar pero
a la vez a ser críticos con esta sociedad indigna, pues en sus fibras más
íntimas siempre fue un rebelde, un revolucionario que jamás transigió con la
injusticia. Desde su infancia en Moniquirá –tierra de tumes y bocadillos de
guayaba- estuvo en contacto con la violencia que desplazó a su familia paterna,
obligándolo a una vida de rebusque como cuentero, teatrero, titiritero, gitano,
ayudante de bus y marinero en el Amazonas: su vida era como un libro de Emilio
Salgari, su corazón desde la adolescencia escribía un cuento de aventuras. (Román, 2010)
Fue un libro inesperado para su época y tiene
una vigencia sorprendente. No es para menos. Partamos de una realidad concreta:
aborda un tema clave, el del amor, pero desde la óptica de los niños en edad
escolar. Además, como género literario no podemos limitarlo. ¿Son poemas en
versos libres o cuentos breves? Sin dudas, son textos de mucha poesía pero,
además, muy narrables oralmente y desde 1990 son parte del repertorio básico de
nuestras agrupaciones.
Desde
la dedicatoria -Al primer amor-
sabemos de qué tratarán cada uno de estos cuentos breves, estos poemas o, si pudiéramos
clasificarlos de alguna manera, estos pequeños cuentos poéticos.
Desde
ese inicio sabemos quiénes son sus protagonistas principales: nada más, ni nada
menos, que niños al regreso del colegio, en sus casas, en las aulas o en los
recreos. Niños ante la timidez que
implica el descubrir ese maravilloso más que mundo, universo nuevo, que es el
amor.
Y
el de descubrir todo ese universo de sensaciones y sentimientos, de sorpresas -y
de cambios- que conlleva conocerlo y reconocerlo. Así como, por supuesto, conocer
y reconocer al desamor, al abandono, al ser ignorado por el otro o, al simple
detalle, de no atreverse a manifestarse ante el otro. Tanto como al rechazo y
hasta a los celos. O, el conocer y reconocer el amor a la maestra, en el caso
de los niños. O, al profesor en el caso de las niñas. Y hasta el
enamorarse del compañerito o compañerita
de aula.
Como
también, y a partir de estos descubrimientos, asumir a las materias de aula desde
otro ángulo: el que le da un nuevo significado al estar tocadas por el amor.
Así notamos en cómo está vista la Geografía en Colombia; la Aritmética en 1
X 1 o en Ayer por primera vez; la
Biología, mejor diríamos, la Botánica en Después
de nuestra visita; y hasta la Música, en Lección de música.
Son
textos cargados de mucha ternura. Tanta que, varias veces y entre los corrillos
de algunos intelectuales de Bogotá y otros lugares, escuchamos un comentario
que pretendía ser una desvalorización del éxito obtenido por el autor con esta
obra. Y era dicho con mucha sorna: Jairo Almíbar Niño. Cierto. Duela a quien
duela es un libro y un autor, que empalagan de amor. Nada más pertinente que culminar este
comentario, transcribiendo otro fragmento del texto de Celso Román. El ya
citado con anterioridad, la nota de El Tiempo de Bogotá:
En
un país tradicionalmente machista, Jairo Aníbal redescubrió la ternura, y es
por eso que hoy varias generaciones de niños lo llevan en el corazón, los
adolescentes aprendieron a declarar su amor, e innumerables parejas se casaron
gracias a su “Alegría de querer” y su “Preguntario”. Él nos contaba cómo alguna
vez llegó a puerta un piloto de avión con los ojos llenos de luz. Buscaba con afán al poeta, pues
hacía una escala de apenas dos horas en Bogotá, mientras barrían el aeroplano,
lo recargaban con combustible y energía para poder seguir errando por el mundo.
Se había escapado del aeropuerto en un taxi que subió por la Avenida Eldorado
hasta las faldas del cerro de Monserrate; ingenuo como los verdaderos
enamorados-le dijo al conductor “no se me vaya a ir, que no me demoro”, subió
las escaleras a la carrera y en su frente, bajo el quepis de capitán de las
altas nubes, brillaban perlas de sudor que más bien parecían diamantes
diminutos.
- “Maestro, -le dijo a Jairo Aníbal- por favor, fírmeme este libro suyo, que con él enamoré a la mujer que va a ser mi esposa, y ella no me cree que somos amigos”
- “Con mucho gusto, Capitán, si hemos sido amigos toda la vida, aunque sea la primera vez que nos veamos”, le dijo el poeta, le firmó el libro, le dio un abrazo, y él retornó a la carrera al aeropuerto. Cuarenta minutos más tarde, Jairo Aníbal, desde la atalaya de su apartamento vio un avión que lo saludaba balanceando las alas en el cielo de Bogotá. Le dijo adiós con la mano, pues su sueño secreto siempre fue ser aviador. (Román, 2010)
- “Maestro, -le dijo a Jairo Aníbal- por favor, fírmeme este libro suyo, que con él enamoré a la mujer que va a ser mi esposa, y ella no me cree que somos amigos”
- “Con mucho gusto, Capitán, si hemos sido amigos toda la vida, aunque sea la primera vez que nos veamos”, le dijo el poeta, le firmó el libro, le dio un abrazo, y él retornó a la carrera al aeropuerto. Cuarenta minutos más tarde, Jairo Aníbal, desde la atalaya de su apartamento vio un avión que lo saludaba balanceando las alas en el cielo de Bogotá. Le dijo adiós con la mano, pues su sueño secreto siempre fue ser aviador. (Román, 2010)
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Para
la Biografía del autor
Información obtenida en Wikipedia:
Información obtenida en Biografías y Vidas:
·
Para
la obra a promocionar
Niño,
Jairo Aníbal: La
alegría de querer. Panamericana Editorial Ltda., ilustraciones de Patricia
Acosta. Primera edición., Bogotá, Colombia, 1997
Quintero
Laplume, Armando: Vivencia
II, del Capítulo 13: Vivencias, recuerdos y recetas, en ¿Quieres contar cuentos? Documento de
Analítica. Com publicado el 1º de abril
de 2005 http://www.analitica.com/media/3183637.pdf
Román,
Celso: Cosquilla a los
ángeles. Perfil de Jairo Aníbal Niño para el cuadernillo Domingo a Domingo
de El Tiempo de Bogotá publicado el 05/09/2010.
Tomada del blog de Armando Quintero
Cuentos de la Vaca Azul:
Trabajo Individual de Escritura y Exposición realizado por Armando Quintero Laplume para el Diplomado en Promoción de la Lectura y de la Escritura. Módulo II: Libros y Lectura de la Profesora Jufany Toledo.
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