Clarissa, la vaca azul

Clarissa, la vaca azul
paseando por el campo

domingo, 17 de marzo de 2013

Sobre esa Señora que en cualquier momento vendrá a buscarnos (Segunda parte)

Conocido grabado de Guadalupe Posada tomada de Google


            En lo personal, la primera señal y, por ende, seguridad que tuve sobre qué era la muerte fue como a los siete años.
            Vivíamos en el campo. Regresábamos de la escuela granja con mi hermana y nos encontramos con los primeros pollitos de una pequeña gallina que había anidado en uno de los rincones de la cocina. Eran ocho y parecían unos vilanos amarillos. Sólo uno era bien negrito. Al tercer día, apenas despertamos, fuimos a disfrutar de la alegría de los pollitos, como en los días anteriores. Con mi hermana descubrimos que al pisar fuerte, haciendo sonar las plantas de los pies sobre el piso de tierra de la cocina, los pollitos corrían a refugiarse bajo las alas de la gallina. Y comenzamos a jugar con aquello. En un descuido, el pollito negro corrió hacia mí y lo aplaste bajo mis pies. Por varias noches me desperté sobresaltado al soñar con lo sucedido. Y no lo he olvidado.
            Para esos días, además, se cumplían quince años de la muerte del poeta Federico García Lorca y en la escuela granja, nuestras maestras nos copiaron en la pizarra varios poemas suyos, entre ellos,  “Cortaron tres árboles”:
            Eran tres.
            (Vino el día con sus hachas.)
            Eran dos.
            (Alas rastreras de plata.)
            Era uno.
            Era ninguno.
            (Se quedó desnuda el agua.)

            Por ello nunca podré olvidar que siempre vinculo a la muerte de esos tres árboles con la propia muerte del poeta granadino. Y con la del pequeño pollito.
            La segunda señal fue cuando, ya en la ciudad, uno o dos años después, se murió uno de los niños de la escuela, un compañero de clase. Justo, uno de los mejores amigos que tenía. Y ese mismo día, una tortuga que era nuestra mascota en la escuela  y una anciana que vivía cerca de la escuela y me saludaba siempre.
            Abuelo, ¿por qué se mueren los amigos? –pregunté desde lejos.
            El abuelo se enderezó en su mecedora, se paró y se me acercó, serio.
           – Alguien, hace unos cuantos años, dijo que “Nada se destruye: todo se transforma”. Probaremos –continuó el abuelo- y tomó una semilla, la enterró suave en la tierra y la regó con cuidado. El tiempo nos dará una respuesta.
            Días después, el abuelo me llamó cuando llegaba otra vez de la escuela. Hurgó donde había enterrado la semilla y me mostró la pequeña mata que nacía.
            – Como que la muerte existe para que la vida nos brinde algo más de vida, ¿no te parece? –me dijo el Abuelo por todo comentario.
            La tercera señal que tuve sobre qué era la muerte fue cuando con unos primos hacíamos un cruce hacia la otra orilla del Río Negro. Fue en las vacaciones de 1959. Apenas se supo que había sido admitido en el Liceo Militar, mi padre me hizo visitar a todos mis tíos y primos, dispersos por varios lugares de Uruguay. En Paso de Los Toros vivía uno de mis tíos con su familia. Mis primos me llevaron a recorrer el pueblo y, luego, todos los destrozos en el río y la represa. No hacía aún un año de las inundaciones y las huellas devastadoras dejadas por las aguas se notaban por doquier. Los primos, sin avisarme, cruzaron por un angosto paso de piedras y me llamaron del otro lado. Los vi y creí que por ese lugar no había aguas profundas y comencé a cruzar. Mis primos se reían desde la otra orilla. Casi me ahogo en el enorme pozo dejado por los cambios del cauce del río. 
            Con la vida descubrí que existen muchas otras maneras de encontrarse con la muerte. Y, también, de aprender, y de aprehender cómo es que ella hace para manifestarse. A veces de una forma sutil. Otras, no tanto.
            Porque incluyo hasta la pérdida inexorable de algunos familiares, amigos, alumnos y vecinos en la guerra sucia de los años setenta, cuando vinieron los tiempos oscuros del sur de nuestro continente con la aplicación del Plan Cóndor.
            Fue el tiempo en que amigos y familiares tuvieron que ocultarse. O salir del país. O estuvieron en prisión. O enfrentaron la muerte. O fueron desaparecidos. El tiempo de los camaleones, el de los mentirosos y de los mentidos. El tiempo en el cual los generales “perdieron sus puntos de referencia”, como declaró uno de ellos al pasar de los años,  y nos hicieron trizas  “el paisito”.
            Aunque reconozco, mejor diría, tengo la seguridad, de que todo ello me permitió valorar y vivir en un oficio que enaltece la solidaridad, la ternura, el amoroso acto de compartir con los otros. Y, sin dudas, la necesaria aprobación de los que co-participan con el narrador de cuentos para que, entre todos, podamos brindarnos una mayor y mejor realidad visible: la del soñar despiertos: la del imaginar mundos posibles e imposibles para que la vida sea cada día más vida.
            Llegar hasta ese punto no fue fácil. Y, muchas veces, nada agradable. Pero fue y me ha permitido ser lo que soy. Incluso en una Venezuela que, actualmente, también ha perdido “sus puntos de referencias” con una violencia desatada que hace que la muerte “sea algo con lo cual vivimos”, como nos dijera Carlos Delgado Flores, en la frase que ya citamos con anterioridad.
            Se revisarán algunos antecedentes que se han encontrados en libros que, directa o indirectamente están referidos al tema, como en algunos textos que se han encontrado en algunas páginas web. Se sintetizarán o refrescarán a algunos de los textos narrativos o poéticos de la literatura universal de todos los tiempos que, aunque no fueron inicialmente escritos para los niños, varios de ellos fueron y otros aún siguen siendo asumidos por estos como una parte importante de la comprensión o de la asimilación de una las preocupaciones, de las angustias o de las meras curiosidades que sobre la muerte y otros temas, existen, diríamos que ancestralmente, en muchos de los infantes y adolescentes. De modo tangencial se citarán a algunas visiones de la muerte y el temor a la misma, la muerte y el suicidio y la muerte en los enfermos terminales que aparecen en algunos de los textos que se han seleccionado.
            Y se abordarán algunas situaciones que se asemejan, como lo son la pérdida de memoria o el alzheimer, que también estarán en unos de los cuentos. Así mismo se mostrarán algunos de los textos que a partir de los finales de los años setenta y principio de los ochenta nos han permitido aseverar cómo el tema de la muerte y sus variantes, tanto como otros temas, han pasado a ser de abordaje casi común en muchos de los mejores escritores que se han dedicado tanto tangencial como profesionalmente a la escritura e ilustración de libros para niños.
Con este criterio hemos elegido el pequeño grupo de poemas y cuentos que se leerá, analizarán, narrarán y evaluarán y hasta otros que serán mencionados o citados en este trabajo donde se abordará el tema de la muerte que, habiendo sido un tema tabú, al punto de no tratarse con niños, está muy presente en muchos de los cuentos, poemas y novelas de la actual Literatura Infantil y Juvenil.
            En este fragmento que citamos a continuación, y que fuera tomado del libro de Ernesto Sábato, Antes del fin / Memorias (1998, pp. 22-23) creemos que se sintetiza nuestra idea del planteamiento del problema para nuestro proyecto: 
               "En el pueblo de campo donde nací, antes de irnos a dormir, existía la costumbre de pedir que nos despertaran diciendo: “Recuérdenme a las seis”. Siempre me asombró aquella relación que se hacía entre la memoria y la continuación de la existencia.
               La memoria fue muy valorada por las grandes culturas, como resistencia ante el    devenir del tiempo. No el recuerdo de simples acontecimientos, tampoco esa memoria que  sirve para almacenar información en las ahora computadoras: hablo de la necesidad de      cuidar y transmitir las primigenias verdades.
             En las comunidades arcaicas, mientras el padre iba en busca del alimento y las        mujeres se dedicaban a la alfarería o al cuidado de los cultivos, los chiquitos, sentados sobre las rodillas de sus abuelos, eran educados en su sabiduría; no en el sentido que le otorga a esta palabra la civilización cientificista, sino aquella que nos ayuda a vivir y a morir; la sabiduría de esos consejeros, que en general eran analfabetos, pero, como un día me dijo el gran poeta Senghor, en Dakar: “ La muerte de uno de esos ancianos es lo que para ustedes sería el incendio de una biblioteca de pensadores   y poetas”. En aquellas tribus, la vida poseía un valor sagrado y profundo; y sus ritos, no sólo hermosos sino misteriosamente significativos, consagraban los hechos fundamentales de la existencia: el nacimiento, el amor, el dolor y la muerte."

            Sin embargo, la muerte, entre otros temas considerados “dolorosos” o conflictivos para el hombre, ha sido durante muchos años equivocadamente excluida de la Literatura Infantil. Está considerado un tema para adultos y no tratable con los niños. Así ha sido, hasta donde conozco, en el occidente europeo y en algunos espacios de nuestra Iberoamérica aunque el niño, de alguna manera, siempre ha tenido contacto con ella. O la ha sufrido en diversas situaciones. Y sin necesidad de hablar de estos últimos años y en este país.
            Hemos observado cómo es que a partir del final de los años setenta  y en los inicio de los años ochenta, con cierta modestia al principio, pero con mucho brío en estos últimos años, en numerosos cuentos, poemas y novelas para niños y adolescentes están muy presentes temas que, por muchos siglos dentro del desarrollo de nuestra cultura occidental, predominantemente judeo-cristiana fueron muy poco tratados y, muchas veces, ni siquiera fueron considerados aptos para niños o adolescentes  e, incluso, hasta censurados.
            Como nos apunta Teresa Colomer Martínez (2005, pp. 210) que obtuvimos en un material impreso que nos fuera entregado por una de las Profesoras del Diplomado de Literatura Infantil:
                        El tema de la muerte, por ejemplo, muestra con claridad el proceso de psicologización sufrido por la literatura infantil. A decir verdad, la muerte hacía acto de presencia en los relatos tradicionales para niños con bastante frecuencia. Suponía el desencadenante de la acción, forzaba a los huérfanos a          tomar iniciativa o resolvía la salida de escena de personajes que ya habían cumplido su función en la            obra. En último extremo, cuando la muerte constituía un tema central, la literatura infantil resolvía la   contradicción ofreciendo a los protagonistas la posibilidad de reunirse con sus seres queridos en el más    allá, tal como ocurre en Marcelino, pan y vino de Marcelino Sánchez Silva, pongamos por caso.

            La memoria se me refresca al recordar varios cuentos oídos en mi infancia, relatados oralmente por los campesinos de mi pueblo o por mi abuelo del corazón, como de otros así que leía y donde lo acotado por Colomer se cumple a cabalidad. Pero, también recuerdo cuentos como el tan conocido de  La vendedora de fósforos de Hans Christian Andersen u otros que no voy a citar para no hacer tan largo este paréntesis. Antes de continuar con la cita, observemos un pequeño error que, evidentemente, se les escapó a la investigadora catalana y a su corrector: el nombre propio del autor de Marcelino, pan y vino es José María.
                        Pero en la literatura infantil actual la muerte se aborda como tema principal con mayor frecuencia y no acostumbra a recurrirse al más allá. Lo que se dirime es, precisamente, su falta de       solución y el sentimiento interno de pérdida que aqueja a los protagonistas. La salida del conflicto tiene     que pasar entonces necesariamente por la maduración del personaje, es decir, por la adquisición de la            capacidad de aceptar y controlar los sentimientos negativos suscitados por la situación de duelo que se      describe. (Colomer, 2005, pp. 210)
                                   
            Por lo tanto el problema básico que nos proponemos resolver es cómo insertar el tema de la muerte que desde hace años está muy presente en la creación literaria destinada a los niños para que estos la acepten como “parte de la vida” desde el particular enfoque que me ha dado mi vocación de docente, escritor y narrador oral de cuentos.  
            Consideramos, en primer lugar y muy importante, la realización de algunos talleres con educadores, padres y niños donde se comentarán algunas consideraciones sobre la muerte en diversas culturas. En los mismos, se compartirán un grupo de definiciones y conceptos sobre la muerte, se realizará un breve e intenso recorrido de textos que, en la Literatura Universal y en la llamada Literatura Infantil, lo abordan. Luego, a través de una previa selección de poemas o cuentos que hemos realizado, se leerán o narrarán oralmente, para comentarlos y compartir las apreciaciones. Y, por supuesto, se llegará a una valoración final de cada uno de ellos donde se considerará el cómo es tratada la muerte, más allá de los juicios y prejuicios que podamos tener sobre ella, además de otros temas considerados “dolorosos” o conflictivos para los seres humanos.
            Dado el conocimiento que tengo sobre Literatura Infantil desde mis estudios de magisterio en Uruguay, que fueron complementados por los seminarios que sobre esa materia realicé para la Escuela de Letras de la UCAB por varios años y con todo lo que tuvo que ver con mi formación como Narrador Oral o, como se nos denomina en Venezuela,  Cuentacuentos y que, por supuesto, se han reforzado por las orientaciones de los docentes del Diplomado que estamos culminando, para el desarrollo de esta investigación sobre la muerte como personaje en la Literatura Infantil formulamos las siguientes preguntas:
            - ¿Qué implicaciones tiene tratar la muerte como personaje en la literatura infantil, tanto para la literatura como para los lectores y su entorno?
            - ¿Qué características tiene  la muerte como personaje en la literatura infantil?
         - ¿Por qué no se había tratado la muerte como personaje en la literatura infantil antes, y ahora sí se hace?
            Nos centraremos, eso sí, casi exclusivamente en el tema planteado: la muerte como personaje protagónico en la Literatura Infantil. Pero, aunque sólo sea tangencialmente, en algún momento también abordaremos a algunos de los otros temas que también fueron considerados tabú por los padres, los educadores y los especialistas en el área de la literatura para niños. Lo consideramos necesario y pertinente.
            Indagaremos en las implicaciones psicológicas, educativas y literarias del tratamiento de la muerte como personaje en la literatura infantil contemporánea (desde 1980 hasta hoy). 
            Nuestros objetivos específicos serán cinco:
1)    Caracterizar a la muerte como personaje en la literatura infantil contemporánea.
2)    Establecer las razones del cambio en el tratamiento del tema de la muerte en la literatura infantil, antes y ahora.
3)    Proponer un corpus literario en el cual la muerte como personaje contribuya a que esta sea aceptada por los niños como una vicisitud inherente a la vida.
4)    Realizar talleres para educadores, para padres y para niños sobre el tema.
5)    Elaborar una teoría.
En estos últimos años la muerte, tanto como la segregación, el sexo, la droga, la violencia y otros temas que fueron considerados no menos tabú en la literatura infantil, han venido, vienen y se seguirán desarrollando en numerosas posibilidades y diversas manifestaciones. Y para la preocupación y, por supuesto, la no menos atenta mirada de todos los padres y educadores, los libros que los contienen deben ser revisados previamente. No tanto por los temas en sí, sino por lo atrevido de algunas de las propuestas en las que los mismos son presentados. Es notorio, además, como en algunos casos dichos temas se asoman en libros que son exclusivos para un lector adulto pese a estar muy bien elaborados con un diseño, unas ilustraciones y hasta un lenguaje que, aparentemente, es para un lector niño. Como, hasta donde ha llegado nuestra investigación preliminar, aunque existen textos que se ocupen o alerten sobre el tema de la muerte en los libros para niños, no existe uno que sistematice una base teórica sobre él.
Y, a esta altura, se hace necesario el desarrollo de una propuesta que establezca fundamentos teóricos a partir, tanto de los cambios socioculturales como de los textos literarios que de alguna manera elaboren creativamente las  circunstancias conflictivas que enfrentará el niño en la actualidad. Esta base teórica podrá servir de orientación para padres, familiares y docentes del niño que es lector o escucha de poemas y cuentos.
En vista de la falta de antecedentes teóricos, realizaremos nuestra investigación  por medio de un grupo de charlas, conferencias, talleres para padres, educadores y niños con lecturas y relatos orales de un grupo preseleccionado de textos que, unido a encuestas, nos permitan arribar a ciertas conclusiones que puedan, si no sistematizar una base teórica, al menos, dar sugerencias para llegar a establecer las mismas.
            No podemos ignorar que, por diversas razones las cuales, por supuesto, no las vamos ni podremos analizar en este trabajo, estamos ante una sociedad de muy pocos lectores y, por ende, sabemos que es casi nulo el conocimiento de muchos de los poemas y cuentos seleccionados. Esto llevará a que la comprensión, sin duda, de algunos de los textos elegidos se vea afectada tanto en su lectura atenta como en la posibilidad de escucharlos al efectuar la narración oral de los mismos.
Hay que reconocer que, aunque el tema de la muerte, y menos el de esta como protagonista no haya sido abordado sistemáticamente por los estudiosos de la llamada Literatura Infantil y Juvenil, siempre ha estado presente en muchos de ellos. Recordamos y recomendamos, a vuelo de pájaros, las anotaciones que sobre el mismo aparecen en Jesualdo, Dora Pastoriza de Etchebarne, Bruno Bettelheim, Silvia Puentes de Oyenard, Alga Marina Elizagaray, Griselda Navas y Bettina Hürlimann. Como los más recientes de Anabel Sáiz Ripoll, Fanuel Hanán Díaz, Eva Janovitz y Víctor Montoya.
Como se ve, las observaciones y los estudios sobre el tema de la muerte en la Literatura Infantil y Juvenil no son recientes, no estamos descubriendo el agua tibia. Pero recuerdo, siempre que digo algo como esto, un comentario de Domingo Bordoli, un excelente profesor del Instituto de Profesores Artigas que formara a numerosas generaciones de Docentes en Literatura de Uruguay, incluso a la nuestra. Él sostenía, con la sencillez que siempre le caracterizó, que El Eclesiastés se había equivocado al sostener que “no hay nada nuevo bajo el sol” porque cada amanecer es distinto. Aquí, esto se ha hecho carne porque, así como aporté sobre el tema mis recuerdos de infancia y adolescencia, mi constante relación con la literatura brindada por una educación que siempre nos impulsó a la lectura, desde la casa y la escuela y mi dedicación a la narración oral como un arte de la escena, también voy a aportar dos autores que fueron importantes, y aún los son, para los niños de mi país de origen y que son dos desconocidos en Venezuela: Juan José Morosoli y Francisco Espínola. Autores que, aunque escribieron no más de una obra para los niños, en Uruguay siempre han sido una referencia muy importante en el área. Igualmente aportaré mi experiencia como docente en literatura en el análisis de los poemas y cuentos seleccionados para tratar con los padres, educadores y niños en los talleres y encuestas a realizar para concretar los aportes. Y lograr nuestra propuesta de elaborar una teoría sobre el tema.
Para ello, tanto para analizar en los talleres como revisarlos en las conversaciones:
1)    Se seleccionará un cuerpo de teorías que den cuenta de las implicaciones psicológicas, educativas y literarias de la literatura en los procesos de formación de personalidad en el lector.
2)    Se seleccionará un cuerpo de teorías que permitan caracterizar la temática de la muerte en distintos contextos culturales, haciendo hincapié en la relación muerte- valores- moral.
3)    Se revisarán y confirmarán las teorías literarias sobre la presencia de la muerte en la Literatura, en general, y su aplicación en la Literatura Infantil en particular.
            De los poemas, canciones, cuentos y novelas que abordaron y abordan el tema de la muerte, tanto en la Literatura General como en la Literatura Infantil hemos realizado la siguiente selección. Como ya se señaló más arriba, será con estos textos trabajaremos en los talleres y conversaciones a realizarse:
1)    Obras de la Literatura General que tratan el tema de la muerte.
Jorge Manrique, Coplas por la muerte de su padre, en Obras completas (1966, pp. 115-137)
Ramón Menéndez Pidal, Amor más poderoso que la muerte / Romance de Conde Niño, en Flor Nueva de Romances Viejos,  (1958, pp.216 y 262)
Onelio Jorge Cardoso, Francisca y la muerte, en Cuentos escogidos (1989, pp. 275-279)
2)    Obras para niños que tratan el tema de la muerte.
Francisco Espínola, Saltoncito, (1987, pp. 14-24) Novela para niños.
Juan José Morosoli, El carrero, en Perico, (1967, pp. 15-16) Crónica poética.
José María Sánchez-Silva, Marcelino, pan y vino, (1958) Cuento largo.
Lygia Bojunda Nunes, Mi amigo el pintor (1990) Novela para niños.
Toon Tellegen, Mi padre (1995) Novela para niños.
Margaret Wid / Ron Brooks, Nana Vieja (2008) Cuento.       
L. Dwight Holden / Michael Chesworth, El mejor truco del abuelo (1998) Cuento.
Uri Orlev, El canto de las ballenas (2006) Novela.
Laura Langston, Laura / Lyndsey Gardiner, Abuelita, ¿te acuerdas? (2004) Cuento.
Xosé Ballesteros / Roger Olmos, Tío Lobo, Cuento popular adaptado (2000)
Quintero, Armando, Sarita y la muerte / Sarita y la vida en Sarita, obra inédita (2000, pp. 29 a pp. 36) Cuentos.
3)    Obras para niño donde la muerte es personaje.
Jacqueline Golgberg, Una señora con sombrero (1993) Poemas.
Michael Ende, El teatro de sombras de Ofelia, en Los mejores cuentos de Michael Ende  (1997, pp. 278-288)
Jürg Schubiger, La niña y la muerte en Cuando el mundo era joven todavía (1998, pp. 17-20)
Wolf Erlbruch, El pato y la muerte (2007) Cuento
Natalia Toledo / Francisco Toledo, Guendaguti ñee sisi, La Muerte pies ligeros (2005)            
           
            Ahora bien, no podemos dejar de lado que existen múltiples definiciones y conceptos de la muerte. Tanto desde el punto de vista médico-científico y religioso, como desde lo académico, lo psicológico, lo filosófico y hasta lo literario. Basta que recordemos o releamos algunos de los numerosos textos citados al inicio de nuestro proyecto para encontrarlas.
            Sin embargo, para nuestro trabajo sólo hemos elegido cuatro de ellas, de distintas épocas y contextos, pero que abarcan aspectos diferentes a la escueta definición de la RAE y, pese a todo. Son más especializadas y acordes con la investigación que nos proponemos.
                           Nuestras vidas son los ríos
                        que van a dar en la mar,
                        que es el morir;
                        allí van los señoríos
                        derechos a se acabar
                        y consumir;
                           allí los ríos caudales,
                        allí los ríos medianos
                        y más chicos,
                        y llegados, son iguales
                        los que viven por sus manos
                        y los ricos.
Jorge Manrique, Obra Completa, Coplas por la muerte de su padre (1968, pp. 116)

                      La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida. Toda     esa abigarrada confusión de actos, omisiones, arrepentimientos y tentativas – obras y sobras- que es cada vida, encuentra en la muerte, ya que no sentido o explicación, fin. Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza. Antes de desmoronarse y hundirse en la nada, se esculpe y vuelve forma inmutable: ya no cambiaremos sino para desaparecer. Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de   sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida.
     Octavio Paz, El laberinto de la soledad (1983, pp. 48)


                       No sabemos si al final del camino, la vida aguarda como un mendigo que nos    extenderá la mano.
                                                         Ernesto Sábato Antes del fin / Memorias (1998, pp. 212)


                        En algunos conventos antes se hacían ejercicios para mirar a la muerte. Por  esa razón muchos santos colocaban una calavera en su lugar de oración, para tener a la   muerte siempre a la vista.
                        Tal vez es mejor mirarle a los ojos a la muerte recién cuando haya llegado el      momento, e incluso entonces sólo hasta estar en sintonía con ella. Luego se sigue. Hay una historia famosa sobre un seguidor de Konradin, el último de los Staufen. Cuando fue tomado prisionero junto con el rey en Italia estaba en la fortaleza en la cual estaba preso y jugaba al ajedrez con otro recluso. Mientras    jugaban llegó un mensajero y le dijo: “En una hora serás ejecutado”. ¿Saben lo que dijo? “Sigamos   jugando”.
                        Qué otra cosa puede uno hacer, estando vivo, que vivir.
Bert Hellinger El manantial no tiene que preguntar por el camino (2007, pp.396)

Tomado del Proyecto de Tesis realizado, presentado y aprobado por Armando Quintero Laplume para el Diplomado de Literatura Infantil para Docentes en la UDO (Caracas) el 14 de marzo de 20013: Sobre esa Señora que en cualquier momento vendrá a buscarnos. La muerte como personaje protagónico en la Literatura Infantil y otros entornos sobre ella.  


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