Clarissa, la vaca azul

Clarissa, la vaca azul
paseando por el campo

viernes, 26 de febrero de 2010

SILENCIO DE VOCES



Cómo escribir cuando la casa de las palabras
es una edificación minada con centinelas
que cuidan sigilosamente que de ella
no salgan volando por las ventanas suspiros
de amor ni canciones de cuna


Cómo escribir en gerundio si todo está dicho
para que hasta el futuro se conjugue en pasado


Cómo traspasar las fronteras del otro que dejó
hace milenios de hablarnos un lenguaje de agua
y de cerezos


Cómo irrumpir en la palabra estacionada
para que recobre su condición de cántaro
su resonancia de cuerdas que se desbordan
de los maderos hasta volverse centellas


Cómo girar las esdrújulas para que recobren
la gravedad de su decir rebelde y reconciliar
los subjuntivos con el hacer incondicional
de una libertad que no concede tregua


Tal vez sea mejor un silencio de voces
un concierto para cuerdas mudas
una sonata para flautas a las que les han
extraído toda respiración
un solo de clarinete sin melancolias


Un manifiesto que escrito en el desatino
de los murmullos contenidos riegue
por el planeta este miserere de tristeza


Una juglaría que acalle al fin todos los ruidos
de metralla y la risa fatua de los ejecutores
de una palabra vacía que se dobla sobre sí misma
para ocultar su civilizada barbarie de
intemperancias y odios recrudecidos


Un crescendo de jilgueros que no cese
hasta que regrese estampada
en el amanecer de todos los amaneceres
una palabra de amor que certifique al fin
el advenimiento de un hombre
inmensamente humano

Poema de Mery Sananes, tomado del blog embustería http://www.embusteria.blogspot.com/

jueves, 25 de febrero de 2010

Tema para conversar: Temas recurrentes en la literatura infantil latinoamericana


Kassunguilà Ilustración de Monique Zepeda. Los especiales de A la orilla del viento. México D.F.: Fondo de Cultura Económica

Un artículo de Monique Zepeda.

La realidad social, nuestro contexto, se nos cuela por todos lados: en los modos de hablar, en el timbre, en el tono, en los gestos, en los modos de caminar, en el cantado del idioma. También se cuela entre las líneas, más que en los temas o los tópicos, en la elección de las palabras, en el ritmo, en el aire con el que arrancamos una frase.

Entre los temas, desde luego, encontramos las tradiciones, los costumbrismos, el contexto urbano, rural o indígena. Nos topamos con las creencias, compartidas o no, con los usos y costumbres, pero ocurre que entre los contextos, entre las letras específicas de una cultura, también se cuela lo universal.

Y el abandono, el desencuentro, la soledad, la ración de victoria y triunfo logran viajar entre los modos del castellano, entre las formas de la tinta con la que cada quien canta su idioma.

Así entre la sierra Tarahumara (al norte de México) y la selva lacandona (al sur, en el corazón de Chiapas), los temas encarnan en unos personajes que cuentan sus costumbres pero nos las cuentan entramadas en la búsqueda del amor, en la mirada hacia el mundo adulto –ese ser que es de otro planeta por mucha realidad latinoamericana, europea o global que medie…

Decía entonces, que la mirada al mundo adulto, es uno de los temas fundamentales en la literatura para niños y jóvenes; y también las pérdidas, las grandes pérdidas que duelen en el mismo lugar, incomprensible lugar, por más que en algunos de nuestros contextos se haga una fiesta de muertos donde se canta y se come sobre las tumbas.

La realidad se nos cuela entre las manos y también la universalidad de lo humano, el gozo, el miedo, la sensación de pertenencia o de exclusión, esos temas que independientemente del modo del idioma nos reflejan a todos.

Y como ocurre en lo literario, hay espacio para todos nosotros, independientemente de nuestros contextos y sus variantes, o a pesar de ellos, o como decimos en México, cabemos con todo y todo.

A los escritores, a los ilustradores, la realidad se nos mete por los ojos, en la sangre, en el corazón. México tiene una variedad enorme de realidades indígenas, cada una con sus lenguas y sus variantes, con sus riquezas, su concepción del cosmos, creando un prisma multicultural que sobrevive a pesar de la globalización.

Los niños indígenas serán marginados, pero nunca son invisibles. La pobreza urbana se multiplica de manera que no nos deja escapatoria, y en todo caso la poesía cumple con su función conciliadora y nos permite hacer versos aun cuando la mirada del hambre nos persiga, allá, en nuestros bienestares literarios.

La literatura, si es que logra educar, es porque no fue esa su primera intención: la primera intención es siempre contar, contar con la urgencia de lo que no se puede tener más tiempo en silencio.

"No hay pena que resista una hora de buena lectura", dijo alguno de los grandes escritores franceses, quien, quizás, no haya tenido penas muy agudas. De lo que no cabe duda, es de que el libro es un compañero privilegiado en los momentos más rigurosos de la vida. Se convierte en un habitáculo, en un refugio donde las palabras nos mecen, o nos hablan de algo que reconocemos, o nos confortan, o nos sacuden.

La literatura, frente a los rigores de un contexto de limitaciones, de rigores, de exclusión, puede convertirse en la posibilidad de encontrarle sentido a la vida, en un espacio inviolable donde recuperar la dignidad, es un espejo donde recomponer la imagen de uno mismo. Muchos autores testimonian esto. Muchos de nosotros –afortunados– compartimos esta experiencia.

La literatura posee espacios y resquicios, ahí, en la trama aparecen fragmentos de nuestra historia, o de nuestros anhelos, o de alguna memoria enterrada. Ahí, en el relato, se asoman personajes que parecen saber mucho de nuestros deseos más secretos. En ocasiones saben más que nosotros mismos. Las imágenes literarias admiten múltiples lecturas y nos abren los brazos para que quepamos con todo nuestro contexto social y nuestro bagaje emocional. Frente a la página, no debemos cuidar la "figura", no debemos guardar compostura, nos encontramos en un estado de incondicionalidad, de intimidad, de interioridad muy amplia. Las metáforas nos suavizan las peores noticias acerca de nuestros temibles afectos. Nos acercan a un espejo que nos aclara las distorsiones que nos empeñamos en esconder. Nos probamos el traje de la víctima, del villano, del abandonado, del audaz, del desalmado y del héroe. Regresamos a nuestra realidad habiéndonos probado la piel de otros, reencontrándonos, con la firme sensación de leernos mejor. La literatura nos acerca a un universo de palabras que configuran la gama de emociones y experiencias humanas donde, sin duda, hemos de reconocernos.

Al abrir un libro corremos el riesgo de ser conmovidos, sacudidos, o de ver cómo nuestras creencias se resquebrajan. Nuestros prejuicios pueden sufrir fuertes golpes, pueden incluso desmoronarse dejándonos desnudos frente a verdades que pasamos media vida negando. Leer puede descubrirnos rincones oscuros en un escenario que creíamos totalmente iluminado. Puede cambiar nuestro modo de relacionarnos con el mundo, con los otros, con el propio contexto porque nos amplía los márgenes de la realidad.
Monique Zepeda, escritora e ilustradora mexicana. Psicóloga clínica especializada en niños. Su bibliografía incluye obras como El cuaderno de Pancha (Premio El barco de vapor 2000), Sentido contrario en la selva (Premio El barco de vapor 2004), Marita no sabe dibujar, Tigre callado escribe poesía y Kassunguilà. El texto que publicamos fue leído en la mesa redonda "Los temas de la literatura infantil y juvenil latinoamericana", como parte de las Primeras Jornadas de Literatura Infantil y Juvenil Latinoamericana, evento realizado en Barcelona, España, los días 26 al 28 de mayo de 2009, por Casa Amèrica Catalunya.
para leer otros artículos haga clic aquí

Artículo tomado de la Revista Cuatrogatos / Miami, Florida, Estados Unidos http://www.cuatrogatos.org/articulomoniquezepeda.html

miércoles, 24 de febrero de 2010

Cuentos para narrar: El dragón que soñó que se quemaba y otros cuentos breves


Tomado del blog de la ilustradora Sabrina Dieghi http://sabrina-dieghi.blogspot.com/2009/06/animales-magicos-el-dragon.html


El dragón que soñó que se quemaba

Un dragón soñó que se quemaba.
Cuando despertó, le tenía miedo al fuego.
Pero también pensó:
– “Un sueño no es otra cosa que un sueño. Un sueño no es la realidad, es imaginación. La imaginación puede ser una fábula. Y una fábula puede ser una mentira. ¿Cómo puedo tenerle miedo a una mentira? ¡No puede ser!: es tenerle miedo al miedo”.
Entonces, el dragón se llenó de todo el fuego que llevaba dentro y… ¡fuáf!, quemó ese sueño.

La joven y el unicornio

– ¡No puede ser! – dijo, a toda voz, la joven.
Ante ella estaba parado un bellísimo unicornio azul con alas que la miraba, invitándola a montarse sobre su lomo.
Cuando intentó hacerlo, ya recuperada de la sorpresa inicial, el unicornio había desaparecido.
Es que los seres como él son muy sensibles: si alguien supone que no pueden ser, sencillamente, no son.

Así, sin pensarlo más

– Ni que estuviera loco, ¿qué lograría con sólo aprovechar la mitad de un pescado por más fresco y sabroso que se vea? Además, conozco cómo corren los rumores por mi aldea, ¿quién me asegura que no sería acusado, al menos de asesinato, cuando aparezca flotando la otra mitad? – se dijo el joven pescador siciliano que, sin pensarlo dos veces, devolvió a las aguas del mar a la pequeña sirena que, entre peces, encontró en su red.

Protesta

– ¿Por qué a este Príncipe no se le ocurrió otra cosa que darme un beso para que despertara – protestaba, muy molesta, Bella Durmiente del Bosque, luego de los cien años que permaneció en su hechizo -. Además, ¡cuándo estaba soñando tan bonito!
– Y, ¿por qué no? – se preguntaba para sí, con maléfica sonrisa, el Hada que lo había creado -. Mi venganza se completaría, si todos creyesen que este cuento tiene un final feliz.


Descargando responsabilidades

– ¡Yo no soy culpable! – aseguró la reina ante el tribunal que la juzgaba por el crimen de Blancanieves – ¡Los responsables fueron los enanos! Ellos fumigaron los manzanos y no le avisaron a ninguno de sus vecinos.


Tomado del libro Sucedidos de Armando Quintero Laplume

“El cuento revitaliza lo mejor del hombre”


Profesor, ilustrador, poeta y escritor de literatura infantil, Armando Quintero narra cuentos desde hace más de treinta años. Para él, sumergirse en las letras fue un destino ineludible: su madre, una entusiasta oyente de historias, se sentaba durante su embarazo a escuchar las anécdotas y vivencias de los campesinos, en su Uruguay natal.
“Viví una infancia colmada de poemas y relatos: desde antes de nacer ya tenía esa cercanía”. Quintero recuerda que aprendió a leer con textos de Federico García Lorca y Pablo Neruda y a los ocho años adoptó como abuelos a una pareja de ancianos que relataba leyendas y fábulas sobre la luna y las estrellas. A esa edad escribió su primer poema y desde los 12 años hizo de la escritura parte de su rutina. Al terminar el bachillerato estaba seguro de que no sería médico ni militar, como deseaba su padre. “Él me dijo que tenía que estudiar una ‘carrera de porvenir’, y yo decidí que sería ‘contador público’. Y no le mentí, eso es lo que soy”. Graduado como profesor en literatura, la represión del régimen dictatorial uruguayo lo obligó a emigrar junto a su esposa e hija mayor: llegó a Caracas en 1978 y se unió a algunos grupos de cuentacuentos que recorrían el país relatando historias en parques y plazas. Fundó los grupos Cuentos de la Vaca Azul (1987) y Narracuentos UCAB (1991), y con ellos viajó por Venezuela y participó en festivales internacionales de narración oral en México, Cuba, España, Colombia, Argentina y Uruguay. Desde septiembre del año 2009 coordina la Red Internacional de Cuentacuentos.

Narra para todo aquel que desee escucharlo, aunque confiesa su predilección por los niños, porque son “espontáneos, libres, sin poses frente a la realidad”. Le gusta reencontrarse con el ser humano a partir de la palabra. Para Quintero, contar cuentos es su forma de decirle al otro que está con él, que no le es extraño. Asegura que un cuentacuentos puede hacer suyo cualquier espacio, sobre todo en momentos como los que vive Venezuela, cuando se necesita “descansar de las confrontaciones y el separatismo”. Su experiencia le dice que el cuento revitaliza lo mejor del hombre.

Tomado de la revista +salud de Locatel, N° 33 enero-febrero 2010.