Clarissa, la vaca azul

Clarissa, la vaca azul
paseando por el campo

jueves, 26 de septiembre de 2019

Un paseo por el laberinto de un cuentacuentos


Las preguntas de Ariadna Szeplaki  
Una entrevista a Armando Quintero, el narracuentos

Fotomontaje de Freddy E. Lacruz Moreno

Antes de comenzar. 

No puedo dejar de lado que, de verdad, verdad, me siento como un Teseo al entrar al laberinto. Toda entrevista tiene algo de ello. Observen conmigo. Ante cada pregunta, uno da vueltas, gira y vuelve a girar: busca aquellas palabras que lo lleven a una salida, la mejor posible. Para el entrevistador, como para el entrevistado. Pero, sobre todo, por el respeto al lector. Y, en este caso, ¡qué susto! Es imposible ignorar que, quién está conduciendo el hilo de toda esta conversación, se llama Ariadna.
Para finales de los años 50, comienzos de los 60, en “un pueblo de campaña, la ciudad de Treinta y Tres”, donde nací y crecí, la vida me donó a tres hermanos del corazón, Juan Baladán Gadea, músico, Manuel Oribe Sosa (+), pintor, y Bolívar Viana, ceramista. Con ellos conversábamos -mañanas, tardes y noches- sobre nuestras lecturas de todos los autores de las generaciones españolas del 98 y el 27,  como también, entre otros, de Sábato, Camus, Neruda, Vallejo, Octavio Paz y todo cuanto laberinto pudiera llenar nuestras soledades de aldeanos, tentados por el fruto del bien y del mal y con unas ganas enormes de cambiar el mundo. De ahí el punto.

1.     ¿Quién es Armando Quintero? desde lo personal. 

Un quijotesco personaje, al estilo de Don Alonso Quijano, “a quien sus costumbres le dieron el renombre de El Bueno”. Suponemos que algo trastocado como lo es el loco de la conocida balada de Ferrer-Piazzola. Y, paseando por unas callecitas, aunque ellas no tengan “ese no sé qué, ¿viste” y sean sin tan buenos aires. Cierto día, dejó su “banderita de Taxi Libre” extraviada en algún lugar del universo. Lugar  del cual -como Don Miguel de Cervantes Saavedra, “el nada manco para escribir sobre el otro”- tampoco quiere acordarse. Ni un poquito así. Se hizo Docente en Literatura, escritor, pintor, ilustrador, dibujante, con diplomados en Literatura Infantil, Comunicación Social,  Lectura y Escritura, entre otros estudios. Y, como un ser humano cualquiera, en un momento de su vida, sin casi darse mucha cuenta de ello, decidió hacer realidad a otro de sus tantos sueños maravillosos. Al creer en el atrapante amor a las palabras que se dicen, esas que se expresan, ética y estéticamente, no sólo con la voz sino con el cuerpo y otros lenguajes, eligió estudiarlas desde sus orígenes, aprender sus diferentes técnicas, recursos y su teoría para lograr, desde sus entrañas, no sólo desde su corazón, una relación de comunicación más directa, eficiente y afectiva con los diversos públicos con los que coparticipa. Por su esfuerzo  constante se transformó en un cuentacuentos, cuentero o narrador oral escénico como, a usted, le guste llamarle, a su imagen y semejanza. Nunca en un cobero.
2.     ¿Cómo nace tu amor por los cuentos? 

Desde antes de nacer. Y no es un cuento de un fabulador árabe. ¿Cuándo y cómo lo supe? En Monterrey, México, al comienzo de la década de los años 90. En un sitio que, quizás para que nadie se escandalizara, aparentaba ser una elegante restaurant.  Pero, te aseguro, era un palacio de Las mil y una noches, versión Art Nouveau. Finalizábamos la presentación de gala del III Festival Iberoamericano de Narración Oral Escénica. De pronto, en medio de los muchos saludos y alabanzas recibidas, Jairo Aníbal Niño me apartó para decirme que íbamos a celebrar ese logro, solos. Para el momento, mi vestuario era blanco y conservaba el bigote y el cabello de mediados de los sesenta. No me extrañó sentirme como un elegante príncipe árabe. Sobre todo cuando nos abrieron las puertas del taxi, nos acompañaron a ascender por las iluminadas escaleras hasta la puerta principal y, desde allí, otros nos llevaron hasta la mesa reservada. Hermanos del corazón desde 1990, cuando nos conocimos, en el Primer Festival Internacional de Teatro de Bogotá, también sentí –aún lo siento- que éramos el Sultàn Schariar, el hermano mayor, y el príncipe Schahzamán, aunque la fidelidad de nuestras esposas nada tenían que ver con las de ellos y Scherezade es la maestra de ambos. Y de todos los narradores orales que se precien de amar las palabras que se dicen y ejercen el oficio profesional de ofrendarlas. Solía decir mi padre: -“Si así es la entrada, cómo será lo que sigue”. Dejo a tu libre imaginación todos los detalles de esa cena y de su servicio. Solo agrego que cuatro mesoneros estaban siempre a nuestro lado, atendiéndonos. Dos más nos servían la cena. Los cuatro primeros trataban de mantener las cervezas con un frío casi constante. Tantos los altos vasos, como ellas, se sacaban, para ambos, blancos de escarcha. Al diluirse la misma, desde dos pequeñas cavas, colocadas a nuestro lado en unas mesas pequeñas. En ese ambiente se desarrolló toda nuestra conversación. Ahora, al fin, llegamos al punto anunciado: mi relación amorosa con el maravilloso arte de narrar cuentos que conocí antes de nacer, estando aún en el vientre materno. Comentario que le hice a Jairo Aníbal, el hermano mayor, el sultán de las palabras que se dicen, al recordar, en medio de la conversación cómo mi madre disfrutaba de los sucedidos que narraban los campesinos en la hacienda de mi pequeño paisito. Estando embarazada del amor de mi padre, a la hora de los cuentos, orientaba su vientre hacia la voz del narrador. “Recuerda” –me dijo el fabulador árabe que Jairo llevaba en sus venas- “uno flota en el líquido amniótico como un submarino, así que no solo los escuchabas pegando tu oído hacia afuera en el vientre, también los veías, porque utilizabas el cordón umbilical como un periscopio”. Entonces, como una revelación, comencé a precisar todo. Con la claridad de una hermosa película en pantalla panorámica. Incluso, me vi en el abultado universo del vientre marino de mi madre donde no flotaba solo, sino con la única hermana que tengo. Y recordé cómo, con unas pequeñas pataditas, ella me solicitaba que le narrara lo que estaba viendo y escuchando Es por ello que, sin querer parodiar al famoso Martín Fierro, te puedo aseverar, sin que me quede nada por dentro, que “desde el vientre de mi madre vine a este mundo a narrar”, como lo he dicho, lo digo y diré muchas veces.

3.      ¿Quiénes te inspiran para la realización de tú trabajo? 

A saber, el maravilloso baúl de los recuerdos donde conservo objetos sencillos, seres mágicos y coloridas anotaciones de mis vivencias o de las de algunas personas de mi entorno más preciado. La lectura y búsqueda constante de nuevos cuentos. Una biblioteca de muchos estanterías, tanto en la sala como el las tres habitaciones que, mientras se podía, cargué de libros de la literatura universal e iberoamericana. Una buena selección de cuentos para niños y jóvenes que releo casi periódicamente. También me inspira el estar muy abierto y atento a todos los acontecimientos o situaciones cotidianas que pueden generar muchos sucesos narrables. La conciencia del tipo de público que tengo enfrente, del lugar donde están y desde donde voy a narrarles, como la seguridad del tiempo que estaremos compartiendo. Como la conciencia de improvisar ante las eventualidades. Y, por supuesto, esos deseos, muy lorquianos, de amar y ser amado por aquellos que asisten a mis presentaciones.

4.     ¿En quienes te basas para inspirarnos de la manera que lo haces?

En los cuenteros de sucedidos de la estancia (hacienda) cercana a mi pueblo donde transcurrieron mis primeros años de infancia; en el entusiasmo y constancia de las dos maestras de la Escuela Granja de La Calera que nos iniciaron en la escucha de la lectura de cuentos y poemas para que, luego, lográramos aprender a escribir y a leer con similar constancia y entusiasmo; en los abuelos del corazón que nos narraban y leían cuentos o poemas como si fuéramos sus nietos de verdad, verdad; en los conocimientos, lecturas y aportes de los padres y hermanos del corazón que la vida me permitió conocer y reconocer, como Tomás Cacheiro, Julio Macedo, Orfila Bardesio, Domingo Bordoli, Jorge Albistur. Las relecturas de los cuentos y poemas de autores como Homero, Dante, el romancero tradicional español, El Poema del Cid, Jorge Manrique, Fernando de Rojas, Cervantes, Shakespeare, Goethe, Voltaire, que siguen siendo muy actuales. La lectura permanente de los textos teóricos sobre el arte de narrar cuentos  tanto como muchos de los aportes a la educación, el lenguaje y la literatura de seres que despertaron nuestra conciencia y alegraron nuestros corazones al hacernos ver que podemos ser, al día, mejores seres humanos. Cito, entre otros, a Gianni Rodari, Ítalo Calvino, Fernando Savater, Humberto Maturana, Rafael Echeverría y Francesco Tonucci. Y la seguridad de aplicar, siempre, frases como: “Se improvisa sobre lo que se sabe, no sobre lo que se olvida o desconoce” de Enrique Buenaventura, el Director del Teatro de Cali, Colombia, o, “La mejor improvisación es la que se ensaya” de Charles Chaplin.

5.      ¿Cuáles son los retos que te enfrentas ahora en Venezuela y como los llevas? 

No es fácil narrarle cuentos a un corazón con el estómago vacío. No es fácil hablar de paz cuando quien está a tu frente viene con un arma cargada.  No es fácil contar cuando quién te escucha es torturado o asesinado por la inseguridad, la cárcel, el exilio. O, maltratado por la impunidad, la mentira y el engaño permanente. Pero...

6.     ¿Algo más que quisieras comentarnos? 

La vida sigue y aún estoy en ella. Mientras esto suceda, resistiré narrando. Al menos para abrir alguna puerta o alguna ventana en los oídos de quienes me escuchen. No pretendo cambiarle la vida a nadie. Pero, por esa puerta o por esa ventana abierta, sé que el cuento llegará a un corazón. Su dueño elegirá, cuando ello suceda, qué hacer.


7.     Un cuento a modo de Epílogo

No me lo preguntaste, ni me lo pediste pero es parte de mi cerrar con un cuento.
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Acaba de llover en el lugar.
El sol se asomaba detrás de una nube gris que se iba poco a poco.
    Cascarudo Testarudo va a pasear —dijo el escarabajo. Y salió de su cueva.
Camina que te camina se acercó a un riachuelo que corría por allí.
    Este animalito se va a navegar —comentó Cascarudo Testarudo.
En la grama encontró una hoja seca y grande y la arrastró hasta la orilla del agua para subirse a ella.
Búho Pirujo, que lo venía observando desde la rama de un árbol, le chistó:
    ¿Y tú, sabes nadar?                                
Cascarudo Testarudo cerró los ojos, pensando.
Y, sin ninguna palabra, llevó la hoja hasta donde la había encontrado.
Luego siguió su camino. Pasito a pasito, mirando hacia arriba.
En un árbol cercano había una hoja que estaba por desprenderse.
Cascarudo Testarudo trepó por el tronco, llegó a la rama donde estaba la hoja, se montó en ella y se dejó caer.
Cascarudo Testarudo volaba.
Búho Pirujo elevó tanto sus chistidos que resonaron por todo el lugar:
    ¡Miren, ustedes!: ¡Primer escarabajo aviador que veo!
Cascarudo Testarudo, saludó al búho y regresó a su cueva.
Acababa de terminar su paseo, ¡que fue toda una aventura!

El cuento pertenece a mi último libro Cascarudo Testarudo y el baúl del abuelo. Es su texto inicial. El libro que cuenta las aventuras y desventuras de un escarabajo pelotero que, como todos los seres de su especie –una de las más numerosas entre los seres vivos- es un verdadero canto a la vida y a la esperanza. Un símbolo de la resistencia y la adaptación a todo tipo de situaciones. Los escarabajos fueron  adorados en tiempos de los faraones. Recuerda que era una cultura que se gestó a las orillas de un río. Va como regalo a tu constancia y esfuerzo en el trabajo que haces.



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