Armando Quintero dice adiós a la UCAB luego de 30
años contando historias que hacen país
El emblemático narracuentos de la universidad cerró un ciclo de tres
décadas estimulando la imaginación de varias generaciones a través de la
palabra. A propósito de su retiro, El Ucabista le realizó una
breve entrevista en la que resalta el poder de los cuentos para cambiar la vida
de la gente
Durante 30 años, siempre se le vio en el campus de Montalbán con una
sonrisa y dispuesto a saludar a cualquiera. Vestido de azul (como la
esperanza), Armando Quintero ha sido y será de esos personajes inolvidables
para varias generaciones de ucabistas.
Conocido simplemente como el Narracuentos, este hombre de andar pausado
y cabello blanco supo desde muy pequeño que su pasión era contar
historias. “Comencé a oír cuentos desde el vientre de mi madre”,
asegura para confirmar el porqué su vocación.
Nacido en la localidad de Treinta y Tres, Uruguay, en 1944, egresó de la
Universidad de Uruguay como profesor de literatura. Cuando tenía 22 años
comenzó a narrar cuentos en las aulas de clase en las que estudió. La impusión
de una dictadura militar en su país, a principios de los años setenta, lo
obligo a convertirse en emigrante y así fue como Venezuela se convirtió en su
nueva patria.
Desde su arribo a Caracas, dedicó a su vida al oficio de la narración
oral. Primero, a los exiliados argentinos, uruguayos y chilenos, a quienes
buscaba reconfortar con la palabra,; luego en grupos de aficionados a esta
disciplina.
En 1975, incursionó como narrador oral en las aulas de educación básica
y comenzó a poner en práctica sus dotes, implementando técnicas dinámicas de
enseñanza a niños de primaria en colegios hebreos como el Moral y Luces y el
Sinaí.
Quintero siempre se tomó en serio su oficio y por eso buscó formarse
académicamente para fortalecerlo. De hecho, es escritor e ilustrador -con
varios libros y premios-, además de docente universitario. Estudió un postgrado
de Literatura Venezolana en la Universidad Central de Venezuela, posee
especializaciones en Narración Oral Escénica y Teatro en el CELCIT, un
diplomado en Estudios Avanzados de Periodismo de la UCAB, uno en Literatura
Infantil y Juvenil de la UDO y uno en Promoción de la Lectura y de la
Escritura, también de la UCAB.
Precisamente en esta casa de estudios se desempeñó, entre 1989 y 2005,
como profesor de Literatura Infantil y Narración Oral y Artes Escénicas, en las
Escuelas de Educación y de Letras, siendo tutor de varias tesis de grado y
postgrado.
El mismo año de su ingreso se convirtió en el narracuentos UCAB y
fundó la agrupación del mismo nombre, a través de la cual se dedicó a la
formación de narradores orales, la preparación de historias para contar y la
orientación de alumnos, profesores y personas interesadas en el uso del
lenguaje, no solo para estimular la imaginación sino para lograr una
comunicación más eficiente.
El pasado 21 de junio, durante un acto realizado en el Centro
Loyola con motivo de la jornada mundial de narración de cuentos, la Dirección
de Cultura de la universidad le rindió tributo por sus tres décadas de
incansable labor.
A los 75 años de edad, Armando Quintero dice adiós la UCAB y
entrega el testigo a las nuevas generaciones que formó, aunque asegura que solo
es un “hasta luego”, porque él no puede dejar el oficio con el que
nació. El Ucabista aprovechó para conversar con él y
rendirle homenaje a través de la palabra.
¿Cómo nació su pasión por contar cuentos?
“Desde muy pequeño me sentí atraído por la narración. Recuerdo que
cuando tenía 4 años, estaba oyendo un narrador que estaba llegando al final de
la historia y dijo que la terminaría en la hacienda La Estancia, que quedaba a
cinco kilómetros de mi casa. Sabía que mi papá no me iba a dejar ir, pero yo
agarré un caballo y me fui a escuchar el cuento. Cuando terminó, me
regresé y en la puerta vi a mi padre con un foete en su pierna. Yo sabía lo que
venía. La portera estaba cerrada, me tenía que bajar del caballo para abrirla y
por su puesto cuando levanté la pierna para cruzarla y bajar, ahí mi papá me
dio con el foete. Ese golpe me lo merecía, es verdad, pero eso no me quitó el
cuento. Desde ahí supe que me gustaba contar cuentos, por eso me volví profesor
de literatura y por eso siempre se me ha sido fácil narrar historias”.
¿Luego de 30 años en la UCAB, por qué decidió cerrar su ciclo como
Narracuentos?
“No cierro el ciclo en la universidad. Creo que me voy a sentir un poco
más libre con la jubilación, porque podré hacer otras cosas. Podré atender a
mis nietos con mayor afecto, a mi familia con mayor afecto, sin un horario
predeterminado y constante. No estoy cerrando un ciclo y menos en este momento.
Cuando uno cuenta cuentos, mientras más viejo es mejor los cuenta, porque tiene
más experiencia. ¿Cómo voy a dejar esto? Yo no puedo dejar un oficio que yo
tengo desde que nací. Yo escuchaba cuentos desde la barriga de mi madre y los
compartía porque en ese vientre yo no estaba solo, estaba con la única hermana
que tengo y yo le contaba los cuentos que oía”.
¿Qué legado cree le deja a la comunidad luego de tres décadas formando
parte de la vida muchos estudiantes, profesores y colaboradores?
“El de construir lazos, nexos, humanidad. Es increíble porque siento
que, cuando me miran o me encuentran en otro lado, vas creando familia o
afecto. Vas creando una amistad que siempre va a permanecer. Recuerdo cuando
comencé recién en la universidad, yo venía de los colegios hebreos donde pasaba
por las aulas desde preescolar hasta 5to año de bachillerato haciendo
actividades recreativas a partir del cuento. El cuento que les conté a los
jóvenes, era de la etnia Warao, de un mosquito llamado Botoguito. A partir
de ahí, me gritaban por los pasillos: ¡Epa, Botoguito! Y así, también me
han encontrado en algunos espacios fuera de la universidad con jóvenes que me
miran y a veces no me dicen ni una palabra pero con la forma de mirarme ya sé
que me recuerdan por lo que he hecho. Con niños me ha pasado que, de repente,
no me dicen ni una sola palabra, solo se acercan a mí, me halan la ropa y me
abrazan la pierna”.
¿Sirve la narración de cuentos para hacer país?
“Por supuesto. Creo que este país necesita cuentos de los buenos, no
mentiras, eso es importante distinguirlo. Este país necesita historias que
permitan al otro sentir que el ser humano sigue vivo, porque cuando uno cuenta
un cuento realmente lo que está es permitiendo que el otro imagine, que el otro
sienta, que el otro se reconozca como el ser humano que es en relación
con los otros seres humanos…Por eso, más que servir, narrar cuentos hace país.
Porque posiblemente un cuento no te cambiará al mundo, pero sí puede cambiar al
hombre, mujer o niño que lo escuchó, que sintió y vibró con ese cuento y pudo
saber que hay en él un ser humano allí vivo, que siente, que colabora con el
otro”.
Precisamente por esto, y desde cualquier escenario, Quintero sostiene
que seguirá haciendo magia con las palabras y regalando fantasía a los niños y
a los adultos.
Los amantes de su trabajo pueden seguir su blog Cuentos de la Vaca Azul o su cuenta de Twitter @lavacazul.
Y si se lo encuentran en alguna calle no teman saludarlo, porque muy
seguramente les responderá con una sonrisa y les contará una historia que les
reconfortará el alma.
♦Texto: María José Rodríguez/Fotos: Archivo y Cultura UCAB
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