¿Qué son cuentos y leyendas?
Me crea
cierto escozor la pregunta formulada así porque hay una reducción a dos
términos que no deja de preocuparme. Cuentos y leyendas sólo son parte de un
enorme conglomerado de términos que nombran a todos aquellos textos, orales o
escritos, que nos narran, a viva voz y con todo el cuerpo, o nos escriben todos
aquellos que nos divierten o educan y moralizan en el entorno de cada comunidad
o sociedad, es decir, los actuales narradores orales o cuenta cuentos, los
narradores orales comunitarios y ancestrales o los simples escritores. Y las reducciones
pueden ser perversas porque nos pueden llevar a una dualidad en la que no creo:
el cuento como una elaboración más sofisticada, “culta”, “intelectual” e
individual e identificada con nombre y apellido y la leyenda como una
recuperación de lo “popular”, “lo anónimo”, lo no elaborado o “identificado”.
Hecha esta
la aclaratoria, respondamos a “¿qué son cuentos y leyendas?”:
Son textos
narrativos que, desde tiempos inmemoriales, le han permitido a cualquier ser
humano, independiente de cual sea su entorno geográfico y su diversidad
cultural, entretener, orientar y revitalizar los valores de su comunidad y, al
compartirlos con otros, de generación en generación, divertir y divertirse, tanto
como capacitarlo para explicarse y explicar aquellos hechos que desconoce y que
le asombran, como todas aquellas situaciones que le inquietan o abruman.
Cuento es
una palabra que lleva en sí un doble significado. En el antiguo latín, como en uno
de sus derivados actuales, el castellano, contar, computare, es tanto
enumerar como narrar. Y ello es correcto porque contar es un cómputo de hechos
tanto como la cuenta es el cuento de los números. Algo más o menos así siempre nos
señalaba Jesualdo en sus clases de Magisterio y en su libro La literatura infantil (1963). Cuando
narramos un cuento siempre enumeramos una serie de sucesos, de acontecimientos.
Y no distinguimos, para nada, si estos hechos son completamente ideales o
quiméricos, inventados por la fantasía de una comunidad, de un pueblo o de un
autor individual y concreto. Si son una vivencia, anécdotas, sucesos, relatos,
fábulas o historias religiosas o profanas, cuentos de hadas, cuentos picarescos,
de amor o de terror. En todos ellos, a alguien le pasa algo con alguien o por
algo, o por alguien o algo que, por alguna razón sucedió, en el transcurso de
cierto tiempo y en un lugar precisado. Y eso que pasa tiene sus consecuencias
para llegar hasta un final. Es decir, en toda vivencia, suceso, relato hay acciones que se inician, desarrollan y
culminan. Son cosas que pasan, y es eso lo que nos interesa y nos mantiene vivo
en el cuento. Carlos Pacheco y Luis Barrera Linares, en el libro Del cuento y sus alrededores (1997), compilaron una amplia serie de
definiciones de varios autores, tanto de especialistas y críticos literarios como
de muy importantes escritores. Convendría revisarlo con atención. Hay
precisiones significativas para “una teoría del cuento”.
La leyenda
que, no sé por qué siempre la he sentido muy vinculada al mito y como un
derivado menos ancestral y modernizado del mismo, está vinculada a las
respuestas que el hombre se ha dado ante lo inexplicable de su existencia, de
los fenómenos de la naturaleza, de los cambios constantes en el cielo y en el
mar, de las emigraciones permanentes de los pueblos y de los animales, de la
vida de los diversos seres y de las cosas como, también, de los diferentes
sentimientos y sensaciones que experimentaron o experimentan, incluso, de todos
aquellos misterios que lo rodean y lo aprisionan. Traducen una totalidad de
experiencias, de conocimientos, de saberes, que unos hombres han intentado
transmitir a sus contemporáneos y a las generaciones posteriores como consejos
prácticos para lograr una mejor relación, un mayor equilibrio, consigo mismo,
con los otros seres, con su entorno, con su comunidad y con todo aquello que
suceda. Es una manera de lograr una posible felicidad con y entre los otros
seres. Una manera de tolerar y sobrevivir a su propia existencia. Son relatos
que, más que entretener, educan.
Texto: Armando Quintero, a partir de una pregunta de David Venegas Quintero / Foto: Rodolfo Rodríguez
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