En un poblado pequeño, en las Sierras Chicas, a unos 40 kilómetros de la ciudad de Córdoba, vive una de las más singulares voces de la literatura argentina de hoy: María Teresa Andruetto, ganadora del Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil y autora de importantes títulos de poesía y narrativa para los lectores adultos.
Andruetto -nacida en Arroyo Cabral, en 1954, en una familia de raíces piamontesas- define su relación con la literatura como “muy intensa y a la vez profundamente enlazada con las cuestiones cotidianas”. Según ella, la literatura está presente en todo lo que hace, “pero también sucede a la inversa: las cosas comunes, los asuntos de la vida, están presentes en lo que escribo”. Graduada de Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, en 1992 ganó el Premio Municipal Luis de Tejada con la novela Tama. Desde entonces, su bibliografía no ha dejado de enriquecerse con obras como El anillo encantado (Sudamericana, 1993) y Stefano (Sudamericana, 1997), en el terreno de la literatura infantil y juvenil, y con libros para adultos como los poemarios Palabras al rescoldo (Argos, 1993) y Pavese/Kodak (Ediciones del Dock, 2008), la colección de cuentos Toda cacería es movimiento (Alción, 2002) y las novelas La mujer en cuestión (Alción, 2003; Debolsillo, 2009) y Lengua Madre (Mondadori, 2010).
“Los poemas nacen siempre de un impacto emocional/personal muy fuerte”, dice Andruetto. “El fabular tiene más que ver con mi deseo de ponerme en el lugar de otro/s e intentar de algún modo comprender sus conductas”. Y explica que escribe “como un modo de conocimiento, intentando explorar ciertos aspectos de lo humano que me interrogan y también para conocerme a mí misma”.
Su novela La mujer en cuestión (ganadora del Premio Fondo de las Artes 2002) ha sido objeto de grandes elogios y de no pocos estudios académicos por su original acercamiento al tema de las secuelas de la dictadura militar en Argentina. En esta, una de sus obras más ambiciosas, Andruetto reconstruye la vida de Eva Mondino, sobreviviente de una época de violencia y terror, a través del reporte voluntariamente objetivo de un concienzudo informante.
“Surgió de un sentimiento que a veces me arrasa, la imposibilidad de tener certezas sobre nada, o casi nada, en este mundo”, dice la autora cuando se le pregunta sobre el origen de La mujer en cuestión. “Empecé a girar en torno a esa mujer, como un núcleo enigmático que quería observar, me interesaba saber qué podían llegar a decir de ella los que la hubieran conocido, después apareció la idea del informante y entonces vinieron como de suyo los años de la dictadura en Argentina”.
Una pregunta que probablemente se han hecho muchos lectores de su novela es ¿cuánto hay en Eva Mondino de la experiencia vital de Andruetto durante los años de la dictadura o de casos reales que la escritora conoció de primera mano o investigó? “Todo y nada”, precisa ella. “No es mi historia en esos años, ni tampoco es la historia de un personaje real, pero muchas de las cosas que Eva hace o que se dicen de ella, fueron construidas a partir de recuerdos sobre personas o situaciones, frases que escuché por la calle, cosas que me pasaron o vi o supe que le habían pasado a otras personas. Se podría decir que La mujer en cuestión fue escrita como un collage, una colcha de retazos”.
Con esta obra, Andruetto realizó un significativo aporte a la vertiente de la novelística argentina que se aproxima al oscuro período que va de 1976 a 1983 y que explora sus repercusiones presentes (y futuras); una narrativa que busca preservar la memoria y sacar a la luz verdades ocultas. “La cuestión memoria/literatura, las novelas sobre la dictadura argentina, han ido girando en torno a ese núcleo y renovándose de diversas formas. Hoy están apareciendo novelas desde la perspectiva de los hijos, a veces escritas por los hijos de las víctimas, a veces desde personajes que tienen la edad de ellos, como sucede con Lengua Madre, una novela mía posterior a La mujer en cuestión. Particularmente pienso que el tema no está agotado, que habrá nuevas novelas desde ángulos nuevos, diciendo nuevas cosas sobre ese mismo núcleo”, señala Andruetto. “En lo que a mí respecta, el norte no ha sido la búsqueda de toda la verdad, ni siquiera la búsqueda de la verdad, sino más bien la búsqueda de cuestionamientos acerca de nosotros mismos como sociedad. No he querido darle al lector certezas que no tengo, he preferido incomodarme e incomodarlo. Creo también que puedo permitirme esto, porque en lo que respecta a la búsqueda de la verdad histórica, la sociedad de la que formo parte ha podido encontrar un camino legal, los juicios por los crímenes cometidos, de modo que el espacio de la literatura y del ensayo, ha quedado libre para hurgar en nuestras zonas personales más subjetivas y más secretas”.
¿Autores que considera sus maestros? “Es difícil decirlo, por una parte porque he bebido en corrientes de lectura muy diversas, por otra, porque una puede considerarlos sus maestros, ¡pero quién sabe si ellos/ellas nos considerarían sus discípulos!”, contesta. Aun así, menciona algunos nombres: “Creo que Pavese es un escritor que ha marcado mi escritura, así como Natalia Ginzburg y otros italianos del neorrealismo. Rulfo o la argentina Sara Gallardo y los narradores y narradoras argentinos de la generación post Borges (Daniel Moyano, Andrés Rivera, Griselda Gambaro...). Más tarde, y en cierta zona de mi obra, tal vez Sebald y Henrich Boll, y pienso, o espero, que también haya quedado algo de escritoras del sur norteamericano, como Flannery O´Connor o McCullers, o varones como Capote, Carver, Salter y Cheever, a quienes he leído con fruición”.
Actualmente Andruetto trabaja en un nuevo libro que define como una suerte de continuidad de Lengua Madre: “Estoy entusiasmada con ese mundo que vincula el de la protagonista de este proyecto (una mujer de 30 años) con el mundo de la primera novela que escribí, Tama, del que proviene su padre...”. •
ANTONIO ORLANDO RODRÍGUEZ
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD
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