Una posibilidad fácil de acercarte al arte escénico de narrar cuentos. Y a las otras maneras de oralizar los cuentos. Vivencias, cuentos escritos, cuentos orales, videos, fotos, otros tipos de documentos y enlaces son compartidos desde aquí. ¿Nos acompañas a verlos? E, incluso, a que entre todos podamos revitalizar y dignificar hasta los olvidados gritos del silencio.
Clarissa, la vaca azul
viernes, 4 de junio de 2010
Narrar cuentos en preescolar y otros niveles de educación
Imagen tomada de Fotos de Muro de Arte Poética.
O cómo captamos la actitud de algunos educadores ante el arte
“La narración oral es de plano despreciada en ámbitos donde debería ser tomada como núcleo en torno al cual giraran otros aprendizajes y disfrutes. Me refiero a los institutos y universidades dedicados a la formación pedagógica, en los cuales no existe una materia que estimule el desarrollo de esa habilidad. En los institutos y escuelas de formación pedagógica, este tema se estudia formalmente, reconociendo la importancia de contar cuentos y de hacerlo bien, pero se trabaja poco en los aspectos teóricos y casi nada en los prácticos. Por ello, contar cuentos no pasa de ser un recurso didáctico de difícil aplicación, y del cual es aún más difícil obtener resultados apreciables. Se acepta en la teoría pero se rechaza en los hechos que contar cuentos pone en juego un sinnúmero de habilidades relacionadas con el manejo de la voz, la expresividad gestual y corporal, la comprensión lectora, la escritura, la respiración, la dinámica grupal, la improvisación, el juego dramático creativo, la imaginación, la resolución de conflictos… siguen las firmas.”
Cita tomada del libro “La intuición de leer, la intención de narrar” del narrador y educador Rodolfo Castro, Croma/Paidós, México, 2002.
El comentario de Rodolfo Castro nos precisa el desprecio generalizado hacia la narración oral de cuentos en muchos de los institutos y universidades dedicadas a la formación pedagógica, casi la mayoría de ellos. Y nos destaca aquello que se manifiesta pocas veces en las palabras pero, muy dolorosamente, mucho en los hechos: la actitud despectiva de varios de los docentes cuando se narra cuentos ante sus alumnos.
Desde mediados de marzo hasta finales del mes recién culminado, como siempre sucede en estas fechas, hemos tenido numerosas actividades de narración oral en varios colegios y algunas universidades.
Es decir, nos hemos presentado para todos los niveles de educación. Y seguiremos haciéndolo para este mes,
La actitud de los alumnos, tanto en preescolar como en los grados superiores, ha sido variada y digna de destacar. Esperemos que ello sirva de reflexión.
Fue muy notoria la experiencia en algunos colegios con aquellos niños a los que no se les lee, ni se les cuenta. Notoria, sobre todo, por el destacado entusiasmo, la atención constante y la evidente y total comprensión de los cuentos que les narrábamos, en los casos contrario: la de aquellos niños acostumbrados a leer y a escuchar cuentos.
En uno de esos colegios tuvimos la maravillosa posibilidad de diferenciarlos.
Entraron juntos los cuatro grupos de alumnos de preescolar. Dos de las educadoras fueron alumnas de nuestro Seminario de Narración Oral y Artes Escénicas y me alegro, notoriamente, descubrir que han continuado y desarrollado las pautas y orientaciones que les brindamos: les narran y leen cuentos a los niños. Constantemente. Las otras dos educadoras, es posible, que no sólo no han tenido ninguna orientación, ni teórica ni práctica, sobre la importancia del cuento narrado o leído en el aula. Creo que es peor que eso: era muy claro, por sus lenguajes no verbales, que ni creen en ellos.
Todos los alumnos, sentados en el suelo, se mezclaron en el lugar.
A penas se inició la actividad, desde sus maneras de acomodarse, desde sus miradas y sonrisas, desde sus atentos silencios, sabíamos quiénes de ellos se iban a abrir, o no, ante los cuentos que les narraríamos.
Desde el momento que nos paramos a narrar descubrimos, sin ningún esfuerzo, a los niños que eran escuchas y lectores y a los que no lo eran. Es decir, descubrimos a los alumnos de cada unas de las educadoras.
Y a las educadoras, también.
Lo notamos ante el desarrollo de la actividad, por la actitud de ruptura de lo convencional que el espacio y la situación permitía. Sentimos cómo los niños estaban involucrados. Lo sentimos por el respeto en los momentos de juegos con los cuentos y del retorno al acto de escuchar que, para el escándalo de algunas de las maestras, utilizamos reiteradas veces. Observamos cómo algunos de los niños les explicaban a los otros algunos aspectos de los cuentos. Y, también, cómo uno de los niños, de una de las maestras no muy interesada en lo que hacíamos, estaba en una deliciosa posición de escucha, con su barriguita de plano en el piso, las rodillas dobladas y las palmas de sus manos sosteniendo su cabeza en sus brazos acodados. Al verlo así, le sonrío con afecto, casi dedicándole un trozo del cuento. Luego me entero que la maestra lo obligó a “sentarse bien”.
Al finalizar nuestra presentación, las maestras que se involucraban en la actividad permanecieron con sus alumnos al finalizar, las otras se los llevaron rápido a su salón. Algunos de esos niños se demoraban en alejarse.
También nos enteramos que uno de los niños, con notorios problemas de atención según nos dijo su maestra fue, sin embargo, uno de los más participativos. Maravilloso descubrimiento para ambos.
No podemos dejar de lado la actitud de los maestros que no son lectores y tampoco buenos escuchas. Y que, en algunos casos, no sólo rompen las normas más elementales de educación al conversar entre ellos mientras se narra. O, planifican sus actividades, escriben en las planillas de planificación, corrigen tareas de sus alumnos y hasta reciben llamadas y las responden o se pasan mensajes de texto por telefonía móvil. No por ellos, sino por el ejemplo que generan. Y que se hace mucho más notorio, más evidente, ante los muy destacados casos contrarios.
No fue porque sí que elegimos a esa imagen de un niño leyéndole a un elefante. Contar es mucho más que dos, o como decía el abuelo: “El hábito no hace al monje, pero lo ayuda”.
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3 comentarios:
Narra en pre-escolar...¡Lo mejor!
La sinceridad de ellos es a prueba de palabras sentidas y vividas. Si los atrapas y puedes comunicarte a fondo con ellos, puedes con todos los otros grados.
Lo que dices es cierto y no tanto. Es hermoso pasar por todos los grados y asumir los diversos retos.
http://noticiascuriosas.info/ muy interesante el articulo, mi enhorabuena sigue asi
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