Clarissa, la vaca azul

Clarissa, la vaca azul
paseando por el campo

jueves, 29 de marzo de 2018

Entrevista en el Parque

 Gustavo Löbig, entrevistador y Armando Quintero, entrevistado. Foto de Freddy Lacruz


Con Armando y sus Narracuentos UCAB Los Ruices

Armando Quintero Laplume ama desde su infancia los cuentos, las leyendas y las tradiciones orales. Huyendo de la dictadura cívico-militar que gobernó entre 1973 y 1985 a su país natal, Uruguay, no pudo continuar reviviendo con sus alumnos de Literatura a los héroes antiguos como Rolando, El Mío Cid, o Aquiles y Ulises de Homero (¿quién más héroe que el gran aeda épico griego?), pues se vio forzado a emigrar a Venezuela en 1978. Fiel a su vocación docente, aquí siguió compartiendo la lectura de historias inmortales en tertulias domésticas con otros coterráneos. Cuando a partir de 1984 cobraron auge nacional los cuentacuentos, él apoyó sus presentaciones en hospitales y parques caraqueños, en las áreas verdes aledañas al Teatro Teresa Carreño y en varias urbanizaciones capitalinas; el Colegio Hebraica le pidió que facilitase en el Parque Los Chorros un par de sesiones para los alumnos próximos a terminar el bachillerato, y Armando capturó el interés de ese difícil público adolescente con el cuento de origen guarao Botogüito, el mosquito que se enamoró de una gorda doncella por ser de buena sangre; luego de darse a conocer con esas y otras actividades, lo llamaron de la UCAB para que dictase algunos seminarios sobre cuentística, y desde entonces mantiene su vínculo con esa universidad. Defensor consecuente de la tradición oral, fundó hace 31 años la agrupación “Cuentos de la Vaca Azul”, y hace 28 años la de los “Narracuentos UCAB”, llevando el arte de estos grupos caraqueños a Maracaibo, Mérida, Barquisimeto, Valencia, Cumaná entre otras ciudades del interior de Venezuela, y también a Bogotá, Manizales, México, Buenos Aires, Córdoba, Madrid, Elche, Valencia, Gran Canerias porque la fantasía no conoce de fronteras. Esta mañana volvió con parte de dicho grupo al parque Simón Rodríguez en Los Ruices, donde ya llevan un año amenizando periódicamente la vida en esa urbanización con el apoyo de Natalia de Ferreira, presidenta de la asociación local de vecinos.
Después de sintetizar la historia de Armando, que merece ser contada pues él ha dedicado su vida a difundir las de otros personajes, tiempos y lugares, les resumo la actividad de hoy. Empezó puntual a las 11 a.m., con las sillas para el público ubicadas bajo la sombra de los árboles del parque porque el sol también acudió con muchas ganas. Armando dio la bienvenida a los asistentes y fue anunciando sucesivamente a los cuentacuentos. Cada uno compartió su relato durante un lapso no mayor de cinco minutos y lo contó con palabras precisas y gestos acordes a la trama, haciendo del acto completo un dinámico mensaje audiovisual transmitido por distintas voces. Viví la mágica secuencia junto a ancianos (conocí a unas viejitas preciosas que sumaban como trescientos años de historia), adultos jóvenes, media docena de niños y dos o tres bebés que se portaron de maravilla, pues no lloraron y también parecieron atentos. Seguramente alguna buena semilla quedó sembrada hoy en esas cabecitas. Representantes de las distintas etapas de la vida humana acudimos para compartir un rato mágico y lo logramos. Eso, dentro de la oscurana reinante, no es poca cosa. Durante dos fugaces horas los presentes nos salimos de la tragedia nacional y estuvimos en el país de los cuentos que muchos habitamos en la infancia. Pues como bien dijo Tiago de Jesús, que secunda a Armando en este proyecto sin fines de lucro, “los cuentos no son solo para los niños”.
Con tanto come-cuento como todavía hay en Venezuela, con muy poco en la cabeza y en el estómago, víctima fácil de politiqueros demagogos y codiciosos que están muy lejos de ser verdaderos estadistas o personas dignas de crédito, sirve de mucho que las historias compartidas públicamente sean tan nutritivas como las que hoy disfruté. Además, este encuentro con personas desconocidas para mí, en las que reconocí de inmediato a gente afín por amable, pacífica y resistente, resultó una clase muy amena de literatura internacional impartida con lúdica seriedad en un lugar que acusa el deterioro generalizado y resalta, por contraste, el oro humano, cuyo valor nada puede disminuir y que aumenta cuando el crisol y las pruebas lo libran de impurezas.
El evento comenzó con una bonita muestra de la tradición oral brasilera, seguida por la leyenda de “Las cinco águilas blancas” que inmortalizó Tulio Febres Cordero; luego escuchamos un cuento libre sobre la Vaca Mariposa interactuando con Caballo Viejo y la Garza Mora, amenizado por un espacio musical en el que la voz de Simón Díaz entonó “La Vaca Azul” tal como lo hizo cuando Armando y su grupo fueron al programa “Contesta Tío Simón” de invitados y Don Simón, con Elvia Sánchez, la hija de Alfredo Sadel les regalaron esa hermosa canción. A continuación se nos brindó el relato “Anahí o la flor del ceibo”, esa bella leyenda paraguaya que también se hizo canción. Seguidamente oímos la historia real de “Las Mil Grullas”, que es un cuento de paz, y supimos de Sadako, la niña contaminada por la radiación en Hiroshima que quiso sanar fabricando mil grullas de papel pero solo pudo hacer seiscientas antes de morir, por lo que sus compañeritos de escuela elaboraron las restantes en origami y las depositaron en su tumba, a los pies de su estatua. Hoy vi varias grullas como esas en manos de los niños que asistieron al evento. Después nos deleitamos con el hermoso cuento del hombre que no podía dormir por culpa de la ininterrumpida luz del sol y de las cuatro lunas que iluminaban su cielo brincando sin cesar de aquí para allá cual niñas traviesas, y nos enteramos de cómo la Madre Naturaleza se compadeció del pobre insomne y dispuso que cada luna fuese mordida por un animal, perdiendo un gran pedazo, surgiendo así las cuatro fases lunares y la noche que permite el descanso. A continuación disfrutamos del cuento peruano “El hombre con mala suerte” narrado por Tiago de Jesús y de otras intervenciones mágicas hasta el cierre, cuando Mary Carmen Báez, Mariana González, Alejandra Santana, Patricia Quintero, Rosa Carrera, Ignacio Moreno y los demás cuentistas ensamblaron la despedida con relatos de un minuto cada uno y Armando nos recordó que el próximo 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Narración Oral.
Los invito a sumarse como narradores u oyentes a esta bonita gestión, pues quienes la realizan saben que la cultura y la memoria son recursos muy efectivos contra la barbarie. Saben además que el cuentista honesto comprende mejor la historia propia y la ajena a medida que la convierte en palabras destinadas a otros, y que cada modelo socio cultural forja a las personas de acuerdo a su contexto hecho de realidades, sueños y símbolos. Los bardos modernos reviven al niño interior en los adultos que oyen sus narraciones, continúan la gesta secular de sus predecesores al preservar con sus historias la conciencia de que la justicia y la felicidad son posibles en este mundo, ayudan a los pequeños que los escuchan a estructurar su presencia en medio del caos y a entender que cada persona ocupa un espacio único e insustituible mientras protagoniza su propio viaje del héroe en este planeta, experimentándolo como un lugar que es a la vez real, fantástico, simbólico e imaginario, y que puede ser visto como amable u hostil, ordenado o caótico, seguro y estable o sujeto a frecuentes cambios e imprevistos. Tal mundo llena de miedo a cualquiera, por eso nunca sobran el amor y las caricias positivas con los niños, que siempre son grandes, sean o no adultos. Y en este mundo que surge y se recrea una y otra vez, el cuentista es el rey de la palabra.
Los interesados en disfrutar de esta experiencia feérica pueden mantenerse informados de sus próximas presentaciones consultando el perfil de Armando en Facebook. No hay límite de edad. Únicos requisitos para participar: ser buen oyente y traer despierto al niño interior.

Entrevista: Gustavo Löbig / fotos: el mismo
Caracas, 11 de marzo  de 2018 /Parque Simón Rodríguez Los Ruices