“Rojo y Azul, es y será un clásico. Ahora es mi libro joya”, aseveró hace un par de días Rosario Anzola, en un facebook que le enviara a su autora.
Creo que su
afirmación, al menos en lo personal, va más allá de un mero desborde emotivo de una amiga escritora a
otra.
Y que, ese
comentario, no es para nada irracional porque este libro tiene los ingredientes
necesarios para lograr un lugar importante en la literatura infantil de nuestro país, donde se está gestando una
corriente muy interesante.
Sorprende y emociona
porque todo en él o, al menos, casi todo, como sucede con las buenas obras de
arte, toca al corazón de cualquiera.
Sin necesidad de
hacer una encuesta, es evidente que sorprenderá tanto a los niños, como a los
jóvenes y, sin duda, a los adultos: está bien escrito, bien ilustrado, bien
diagramado y bien editado, con mínimos e intencionados recursos.
Pongamos nuestra
mirada en algunos detalles que sustentan lo aseverado.
Primero,
¿cómo se llama el libro? ¿Rojo y Azul? ¿Azul y Rojo? Sobre el cuadrado del
formato de su tapa azul, en letras blancas, aparece escrito ROJO, en tanto que,
en su contratapa roja, aparece escrito AZUL, también en letras blancas. En
letras azules, en la portadilla, los créditos de los autores, se titula Rojo y
Azul, mientras, en contraparte, en los créditos de la edición, se titula Azul y
Rojo, en letras rojas. El color de las guardas también está diferenciado. No
son las únicas sutilezas de diagramación y diseño que se encuentran en esa
intencionalidad trabajada a diez manos y cinco cabezas: las del autor, las del ilustrador,
las del diagramador, las del impresor y las del editor. Pero, sin dudas, ello
nos confirma que se ha pensado no sólo en lo racional, sino en lo sensorial y lo
sentimental. Con unos claros criterios sobre qué se ha querido dejar asentado
en el mensaje de esa nada ingenua “mirada infantil” que se revela en esta joya
de libro. Se han seguido “los latidos del corazón”, como nos recomendaba mi
abuelita vasca, pues Mireya Tabuas ha escuchado el latido del corazón de su
personaje narrador. Un personaje que intenta unir los corazones de los otros
con quienes convive.
Segundo,
¿quién es el personaje principal? ¿Un niño? ¿Una niña? ¿Un adolescente? ¿Una
adolescente? La escritora confesó hace cierto tiempo, en una entrevista que le
realizaran, que ella escribe así, como una niña. Y, nos lo dijo ayer, en el
conversatorio que se realizara en la librería Lugar Común: “Como una
adolescente, escribo como tal”. Pero, al preguntarle si el personaje relator
era una niña o un niño, nos aseveró que nunca lo tuvo claro. La única cita sobre
el sexo del personaje está en un detalle: la mirada puesta en el color “del
vestido de la niña más bonita en la fiesta de la escuela”. Pero, ¿ese detalle sirve para que podamos
identificarlo como niño o como niña? Pude comprobar que no: más de una lectora
habla de una niña que ve con admiración ese vestido, más de un lector, ve un
niño que admira a esa muchachita que luce ese vestido. Y, ello, mejora la identificación. Porque
este menos, esta carencia, se nos torna aparente para más, beneficia la relación con el lector que se
identificará con mucha libertad con el personaje.
Tercero,
¿cuál es la situación planteada? Desde la mirada infantil del personaje
principal, se nos
narra como su padre y su madre sostienen constantes disputas por el color que
uno u otra prefieren. Y esas constantes disputas los hacen llegar al extremo de
obligarlo a elegir su color favorito entre una y otra de las alternativas con
las que convive. Pero, ese enfrentamiento cotidiano de sus progenitores, le han
permitido observar a los dos mundos que lo rodean. Con asombro, descubre que
tanto en su familia, como entre sus amigos, sus vecinos y otras personas hay
diferentes criterios, diferentes gustos y diversos pensamientos. Por ello,
encontrará una nueva alternativa: la propia, la personal.
En
definitiva, ¿qué nos regala Mireya Tabuas con su obra? ¿Una manzana roja,
aromática, fresquita para que caigamos en la tentación de comerla y, sobre todo,
digerirla muy bien? ¿O un cielo azul más grande que nuestro planeta, que lo
envuelve y abraza para que aprendamos a unirnos y abrazarnos?
Creo,
y sin parodias, que “ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario” porque nos
regala la posibilidad maravillosa de entendernos como seres humanos en
convivencia. Aceptándonos y aceptando la diversidad para ser mejores en lo
personal, lo familiar, lo profesional y lo social.
En
síntesis, Mireya Tabuas, sin dudarlo, nos abre una puerta y una ventana ante la
violenta polaridad de criterios y de acciones para regalarnos una manzana y un
cielo. Nada más, pero nada menos.
Enlaces que pueden
consultarse:
Sobre
el libro:
Sobre
la autora: