Conocido grabado de Guadalupe Posada tomada de Google
En
lo personal, la primera señal y, por ende, seguridad que tuve sobre qué era la
muerte fue como a los siete años.
Vivíamos
en el campo. Regresábamos de la escuela granja con mi hermana y nos encontramos
con los primeros pollitos de una pequeña gallina que había anidado en uno de
los rincones de la cocina. Eran ocho y parecían unos vilanos amarillos. Sólo
uno era bien negrito. Al
tercer día, apenas despertamos, fuimos a disfrutar de la alegría de los
pollitos, como en los días anteriores. Con mi hermana descubrimos que al pisar
fuerte, haciendo sonar las plantas de los pies sobre el piso de tierra de la
cocina, los pollitos corrían a refugiarse bajo las alas de la gallina. Y
comenzamos a jugar con aquello. En un descuido, el pollito negro corrió hacia
mí y lo aplaste bajo mis pies. Por varias noches me desperté sobresaltado al
soñar con lo sucedido. Y no lo he olvidado.
Para esos días, además, se cumplían
quince años de la muerte del poeta Federico García Lorca y en la escuela
granja, nuestras maestras nos copiaron en la pizarra varios poemas suyos, entre
ellos, “Cortaron tres árboles”:
Eran tres.
(Vino el día con sus hachas.)
Eran dos.
(Alas rastreras de plata.)
Era uno.
Era ninguno.
(Se quedó desnuda el agua.)
Por
ello nunca podré olvidar que siempre vinculo a la muerte de esos tres árboles
con la propia muerte del poeta granadino. Y con la del pequeño pollito.
La segunda señal fue cuando, ya en
la ciudad, uno o dos años después, se murió uno de los niños de la escuela, un
compañero de clase. Justo, uno de los mejores amigos que tenía. Y ese mismo
día, una tortuga que era nuestra mascota en la escuela y una anciana que vivía cerca de la escuela y
me saludaba siempre.
– Abuelo, ¿por qué se mueren los amigos? –pregunté
desde lejos.
El abuelo se enderezó
en su mecedora, se paró y se me acercó, serio.
–
Alguien, hace unos cuantos años, dijo que “Nada se destruye: todo se
transforma”. Probaremos –continuó el abuelo- y tomó una semilla, la enterró
suave en la tierra y la regó con cuidado. El tiempo nos dará una respuesta.
Días
después, el abuelo me llamó cuando llegaba otra vez de la escuela. Hurgó donde
había enterrado la semilla y me mostró la pequeña mata que nacía.
–
Como que la muerte existe para que la vida nos brinde algo más de vida, ¿no te
parece? –me dijo el Abuelo por todo comentario.
La
tercera señal que tuve sobre qué era la muerte fue cuando con unos primos
hacíamos un cruce hacia la otra orilla del Río Negro. Fue en las vacaciones de
1959. Apenas se supo que había sido admitido en el Liceo Militar, mi padre me
hizo visitar a todos mis tíos y primos, dispersos por varios lugares de
Uruguay. En Paso de Los Toros vivía uno de mis tíos con su familia. Mis primos
me llevaron a recorrer el pueblo y, luego, todos los destrozos en el río y la
represa. No hacía aún un año de las inundaciones y las huellas devastadoras
dejadas por las aguas se notaban por doquier. Los primos, sin avisarme,
cruzaron por un angosto paso de piedras y me llamaron del otro lado. Los vi y
creí que por ese lugar no había aguas profundas y comencé a cruzar. Mis primos
se reían desde la otra orilla. Casi me ahogo en el enorme pozo dejado por los
cambios del cauce del río.
Con
la vida descubrí que existen muchas otras maneras de encontrarse con la muerte.
Y, también, de aprender, y de aprehender cómo es que ella hace para
manifestarse. A veces de una forma sutil. Otras, no tanto.
Porque
incluyo hasta la pérdida inexorable de algunos familiares, amigos, alumnos y
vecinos en la guerra sucia de los años setenta, cuando vinieron los tiempos oscuros del sur de
nuestro continente con la aplicación del Plan Cóndor.
Fue el tiempo en que amigos y
familiares tuvieron que ocultarse. O salir del país. O estuvieron en prisión. O enfrentaron la
muerte. O fueron desaparecidos. El tiempo de los camaleones, el de los
mentirosos y de los mentidos. El tiempo en el cual los generales “perdieron sus
puntos de referencia”, como declaró uno de ellos al pasar de los años, y nos hicieron trizas “el paisito”.
Aunque reconozco, mejor diría, tengo la seguridad, de que todo ello me
permitió valorar y vivir en un oficio que enaltece la solidaridad, la ternura,
el amoroso acto de compartir con los otros. Y, sin dudas, la necesaria
aprobación de los que co-participan con el narrador de cuentos para que, entre
todos, podamos brindarnos una mayor y mejor realidad visible: la del soñar
despiertos: la del imaginar mundos posibles e imposibles para que la vida sea
cada día más vida.
Llegar hasta ese punto no fue fácil. Y,
muchas veces, nada agradable. Pero fue y me ha permitido ser lo que soy.
Incluso en una Venezuela que, actualmente, también ha perdido “sus puntos de
referencias” con una violencia desatada que hace que la muerte “sea algo con lo cual vivimos”, como
nos dijera Carlos Delgado Flores, en la frase que ya citamos con anterioridad.
Se
revisarán algunos antecedentes que se han encontrados en libros que, directa o
indirectamente están referidos al tema, como en algunos textos que se han
encontrado en algunas páginas web. Se sintetizarán o refrescarán a algunos de
los textos narrativos o poéticos de la literatura universal de todos los
tiempos que, aunque no fueron inicialmente escritos para los niños, varios de ellos
fueron y otros aún siguen siendo asumidos por estos como una parte importante
de la comprensión o de la asimilación de una las preocupaciones, de las
angustias o de las meras curiosidades que sobre la muerte y otros temas,
existen, diríamos que ancestralmente, en muchos de los infantes y adolescentes.
De modo tangencial se citarán a algunas visiones de la muerte y el temor a la
misma, la muerte y el suicidio y la muerte en los enfermos terminales que aparecen
en algunos de los textos que se han seleccionado.
Y
se abordarán algunas situaciones que se asemejan, como lo son la pérdida de
memoria o el alzheimer, que también estarán en unos de los cuentos. Así mismo se
mostrarán algunos de los textos que a partir de los finales de los años setenta
y principio de los ochenta nos han permitido aseverar cómo el tema de la muerte
y sus variantes, tanto como otros temas, han pasado a ser de abordaje casi
común en muchos de los mejores escritores que se han dedicado tanto tangencial
como profesionalmente a la escritura e ilustración de libros para niños.
Con este criterio hemos
elegido el pequeño grupo de poemas y cuentos que se leerá, analizarán, narrarán
y evaluarán y hasta otros que serán mencionados o citados en este trabajo donde
se abordará el tema de la muerte que, habiendo sido un tema tabú, al punto de
no tratarse con niños, está muy presente en muchos de los cuentos, poemas y
novelas de la actual Literatura Infantil y Juvenil.
En este fragmento que citamos a
continuación, y que fuera tomado del libro de Ernesto Sábato, Antes del fin / Memorias (1998, pp.
22-23) creemos que se sintetiza nuestra idea del planteamiento del problema
para nuestro proyecto:
"En el pueblo de campo donde nací,
antes de irnos a dormir, existía la costumbre de pedir que nos despertaran diciendo: “Recuérdenme a las seis”.
Siempre me asombró aquella relación que
se hacía entre la memoria y la continuación de la existencia.
La memoria fue muy valorada por las grandes
culturas, como resistencia ante el devenir
del tiempo. No el recuerdo de simples acontecimientos, tampoco esa memoria que sirve para almacenar información en las ahora computadoras:
hablo de la necesidad de cuidar
y transmitir las primigenias verdades.
En
las comunidades arcaicas, mientras el padre iba en busca del alimento y las mujeres se dedicaban a la alfarería
o al cuidado de los cultivos, los chiquitos, sentados sobre las rodillas de sus abuelos, eran
educados en su sabiduría; no en el sentido que le otorga a esta palabra la civilización cientificista,
sino aquella que nos ayuda a vivir y a morir; la sabiduría de esos consejeros, que en general eran analfabetos, pero,
como un día me dijo el gran
poeta Senghor, en Dakar: “ La muerte de uno de esos ancianos es lo que para
ustedes sería el incendio de una
biblioteca de pensadores y poetas”. En
aquellas tribus, la vida poseía un
valor sagrado y profundo; y sus ritos, no sólo hermosos sino misteriosamente significativos, consagraban los
hechos fundamentales de la existencia: el nacimiento, el amor, el dolor y la muerte."
Sin
embargo, la muerte, entre otros temas considerados “dolorosos” o conflictivos
para el hombre, ha sido durante muchos años equivocadamente excluida de la
Literatura Infantil. Está considerado un tema para adultos y no tratable con
los niños. Así ha sido, hasta donde conozco, en el occidente europeo y en
algunos espacios de nuestra Iberoamérica aunque el niño, de alguna manera,
siempre ha tenido contacto con ella. O la ha sufrido en diversas situaciones. Y
sin necesidad de hablar de estos últimos años y en este país.
Hemos observado cómo es que a partir del final de los
años setenta y en los inicio de los años
ochenta, con cierta modestia al principio, pero con mucho brío en estos últimos
años, en numerosos cuentos, poemas y novelas para niños y adolescentes están
muy presentes temas que, por muchos siglos dentro del desarrollo de nuestra cultura
occidental, predominantemente judeo-cristiana fueron muy poco tratados y,
muchas veces, ni siquiera fueron considerados aptos para niños o
adolescentes e, incluso, hasta
censurados.
Como nos apunta Teresa Colomer Martínez (2005, pp. 210) que
obtuvimos en un material impreso que nos fuera entregado por una de las
Profesoras del Diplomado de Literatura Infantil:
El tema de la muerte, por
ejemplo, muestra con claridad el proceso de psicologización sufrido por la literatura infantil. A decir
verdad, la muerte hacía acto de presencia en los relatos tradicionales para niños con bastante frecuencia. Suponía el
desencadenante de la acción, forzaba a los huérfanos a tomar iniciativa o resolvía la salida de escena de
personajes que ya habían cumplido su función en la obra. En último extremo, cuando la muerte constituía un
tema central, la literatura infantil resolvía la contradicción ofreciendo a los protagonistas la posibilidad de
reunirse con sus seres queridos en el más allá,
tal como ocurre en Marcelino, pan y vino de Marcelino Sánchez Silva, pongamos
por caso.
La memoria se me refresca al recordar varios cuentos oídos
en mi infancia, relatados oralmente por los campesinos de mi pueblo o por mi
abuelo del corazón, como de otros así que leía y donde lo acotado por Colomer
se cumple a cabalidad. Pero, también recuerdo cuentos como el tan conocido
de La
vendedora de fósforos de Hans Christian Andersen u otros que no voy a citar
para no hacer tan largo este paréntesis. Antes de continuar con la cita,
observemos un pequeño error que, evidentemente, se les escapó a la
investigadora catalana y a su corrector: el nombre propio del autor de Marcelino, pan y vino es José María.
Pero en la literatura
infantil actual la muerte se aborda como tema principal con mayor frecuencia y no acostumbra a recurrirse al más
allá. Lo que se dirime es, precisamente, su falta de solución y el sentimiento interno de pérdida que aqueja a los
protagonistas. La salida del conflicto tiene que
pasar entonces necesariamente por la maduración del personaje, es decir, por la
adquisición de la capacidad de
aceptar y controlar los sentimientos negativos suscitados por la situación de
duelo que se describe. (Colomer,
2005, pp. 210)
Por
lo tanto el problema básico que nos proponemos resolver es cómo insertar el
tema de la muerte que desde hace años está muy presente en la creación
literaria destinada a los niños para que estos la acepten como “parte de la
vida” desde el particular enfoque que me ha dado mi vocación de docente,
escritor y narrador oral de cuentos.
Consideramos, en primer lugar y muy importante, la
realización de algunos talleres con educadores, padres y niños donde se
comentarán algunas consideraciones sobre la muerte en diversas culturas. En los
mismos, se compartirán un grupo de definiciones y conceptos sobre la muerte, se
realizará un breve e intenso recorrido de textos que, en la Literatura
Universal y en la llamada Literatura Infantil, lo abordan. Luego, a través de
una previa selección de poemas o cuentos que hemos realizado, se leerán o
narrarán oralmente, para comentarlos y compartir las apreciaciones. Y, por
supuesto, se llegará a una valoración final de cada uno de ellos donde se
considerará el cómo es tratada la muerte, más allá de los juicios y prejuicios
que podamos tener sobre ella, además de otros temas considerados
“dolorosos” o conflictivos para los seres humanos.
Dado
el conocimiento que tengo sobre Literatura Infantil desde mis estudios de
magisterio en Uruguay, que fueron complementados por los seminarios que sobre
esa materia realicé para la Escuela de Letras de la UCAB por varios años y con
todo lo que tuvo que ver con mi formación como Narrador Oral o, como se nos
denomina en Venezuela, Cuentacuentos y que,
por supuesto, se han reforzado por las orientaciones de los docentes del
Diplomado que estamos culminando, para el desarrollo de esta investigación
sobre la muerte como personaje en la Literatura Infantil formulamos las
siguientes preguntas:
-
¿Qué implicaciones tiene tratar la muerte como personaje en la literatura
infantil, tanto para la literatura como para los lectores y su entorno?
-
¿Qué características tiene la muerte
como personaje en la literatura infantil?
- ¿Por qué no se había
tratado la muerte como personaje en la literatura infantil antes, y ahora sí se
hace?
Nos centraremos, eso sí, casi exclusivamente en el tema
planteado: la muerte como personaje protagónico en la Literatura Infantil.
Pero, aunque sólo sea tangencialmente, en algún momento también abordaremos a
algunos de los otros temas que también fueron considerados tabú por los padres,
los educadores y los especialistas en el área de la literatura para niños. Lo
consideramos necesario y pertinente.
Indagaremos en las implicaciones
psicológicas, educativas y literarias del tratamiento de la muerte como
personaje en la literatura infantil contemporánea (desde 1980 hasta hoy).
Nuestros objetivos específicos serán
cinco:
1) Caracterizar
a la muerte como personaje en la literatura infantil contemporánea.
2) Establecer
las razones del cambio en el tratamiento del tema de la muerte en la literatura
infantil, antes y ahora.
3) Proponer
un corpus literario en el cual la muerte como personaje contribuya a que esta
sea aceptada por los niños como una vicisitud inherente a la vida.
4) Realizar
talleres para educadores, para padres y para niños sobre el tema.
5) Elaborar
una teoría.
En
estos últimos años la muerte, tanto como la segregación, el sexo, la droga, la
violencia y otros temas que fueron considerados no menos tabú en la literatura
infantil, han venido, vienen y se seguirán desarrollando en numerosas
posibilidades y diversas manifestaciones. Y para la preocupación y, por
supuesto, la no menos atenta mirada de todos los padres y educadores, los
libros que los contienen deben ser revisados previamente. No tanto por los
temas en sí, sino por lo atrevido de algunas de las propuestas en las que los
mismos son presentados. Es notorio, además, como en algunos casos dichos temas
se asoman en libros que son exclusivos para un lector adulto pese a estar muy
bien elaborados con un diseño, unas ilustraciones y hasta un lenguaje que,
aparentemente, es para un lector niño. Como, hasta donde ha llegado nuestra
investigación preliminar, aunque existen textos que se ocupen o alerten sobre
el tema de la muerte en los libros para niños, no existe uno que sistematice
una base teórica sobre él.
Y, a
esta altura, se hace necesario el desarrollo de una propuesta que establezca
fundamentos teóricos a partir, tanto de los cambios socioculturales como de los
textos literarios que de alguna manera elaboren creativamente las circunstancias conflictivas que enfrentará el
niño en la actualidad. Esta base teórica podrá servir de orientación para
padres, familiares y docentes del niño que es lector o escucha de poemas y cuentos.
En
vista de la falta de antecedentes teóricos, realizaremos nuestra investigación por medio de un grupo de charlas,
conferencias, talleres para padres, educadores y niños con lecturas y relatos
orales de un grupo preseleccionado de textos que, unido a encuestas, nos
permitan arribar a ciertas conclusiones que puedan, si no sistematizar una base
teórica, al menos, dar sugerencias para llegar a establecer las mismas.
No podemos ignorar que, por diversas razones las cuales,
por supuesto, no las vamos ni podremos analizar en este trabajo, estamos ante
una sociedad de muy pocos lectores y, por ende, sabemos que es casi nulo el
conocimiento de muchos de los poemas y cuentos seleccionados. Esto llevará a
que la comprensión, sin duda, de algunos de los textos elegidos se vea afectada
tanto en su lectura atenta como en la posibilidad de escucharlos al efectuar la
narración oral de los mismos.
Hay
que reconocer que, aunque el tema de la muerte, y menos el de esta como
protagonista no haya sido abordado sistemáticamente por los estudiosos de la
llamada Literatura Infantil y Juvenil, siempre ha estado presente en muchos de
ellos. Recordamos y recomendamos, a vuelo de pájaros, las anotaciones que sobre
el mismo aparecen en Jesualdo, Dora Pastoriza de Etchebarne, Bruno Bettelheim, Silvia
Puentes de Oyenard, Alga Marina Elizagaray, Griselda Navas y Bettina Hürlimann.
Como los más recientes de Anabel Sáiz Ripoll, Fanuel Hanán Díaz, Eva Janovitz y Víctor Montoya.
Como
se ve, las observaciones y los estudios sobre el tema de la muerte en la
Literatura Infantil y Juvenil no son recientes, no estamos descubriendo el agua
tibia. Pero recuerdo, siempre que digo algo como esto, un comentario de Domingo
Bordoli, un excelente profesor del Instituto de Profesores Artigas que formara
a numerosas generaciones de Docentes en Literatura de Uruguay, incluso a la
nuestra. Él sostenía, con la sencillez que siempre le caracterizó, que El Eclesiastés se había equivocado al
sostener que “no hay nada nuevo bajo el sol” porque cada amanecer es distinto.
Aquí, esto se ha hecho carne porque, así como aporté sobre el tema mis
recuerdos de infancia y adolescencia, mi constante relación con la literatura
brindada por una educación que siempre nos impulsó a la lectura, desde la casa
y la escuela y mi dedicación a la narración oral como un arte de la escena,
también voy a aportar dos autores que fueron importantes, y aún los son, para
los niños de mi país de origen y que son dos desconocidos en Venezuela: Juan
José Morosoli y Francisco Espínola. Autores que, aunque escribieron no más de
una obra para los niños, en Uruguay siempre han sido una referencia muy
importante en el área. Igualmente aportaré mi experiencia como docente en
literatura en el análisis de los poemas y cuentos seleccionados para tratar con
los padres, educadores y niños en los talleres y encuestas a realizar para
concretar los aportes. Y lograr nuestra propuesta de elaborar una teoría sobre
el tema.
Para ello, tanto para analizar en los talleres
como revisarlos en las conversaciones:
1)
Se seleccionará
un cuerpo de teorías que den cuenta de las implicaciones psicológicas,
educativas y literarias de la literatura en los procesos de formación de
personalidad en el lector.
2)
Se seleccionará un cuerpo de teorías que
permitan caracterizar la temática de la muerte en distintos contextos
culturales, haciendo hincapié en la relación muerte- valores- moral.
3)
Se revisarán y confirmarán las teorías
literarias sobre la presencia de la muerte en la Literatura, en general, y su
aplicación en la Literatura Infantil en particular.
De los poemas, canciones,
cuentos y novelas que abordaron y abordan el
tema de la muerte, tanto en la Literatura General como en la Literatura
Infantil hemos realizado la siguiente selección. Como ya se señaló más arriba, será con estos
textos trabajaremos en los talleres y conversaciones a realizarse:
1) Obras de
la Literatura General que tratan el tema de la muerte.
Jorge Manrique, Coplas
por la muerte de su padre, en Obras completas (1966, pp. 115-137)
Ramón Menéndez Pidal, Amor más poderoso que la muerte / Romance
de Conde Niño, en Flor Nueva de Romances Viejos, (1958, pp.216 y 262)
Onelio Jorge Cardoso, Francisca y la muerte, en Cuentos
escogidos (1989, pp. 275-279)
2) Obras
para niños que tratan el tema de la muerte.
Francisco Espínola, Saltoncito, (1987, pp. 14-24) Novela
para niños.
Juan José Morosoli, El carrero, en Perico, (1967, pp. 15-16) Crónica poética.
José María Sánchez-Silva, Marcelino, pan y vino, (1958) Cuento
largo.
Lygia Bojunda Nunes, Mi amigo el
pintor (1990) Novela para niños.
Toon Tellegen, Mi padre (1995) Novela
para niños.
Margaret Wid / Ron Brooks, Nana
Vieja (2008) Cuento.
L. Dwight Holden / Michael Chesworth, El
mejor truco del abuelo (1998) Cuento.
Uri Orlev, El canto de las ballenas (2006) Novela.
Laura Langston, Laura / Lyndsey Gardiner,
Abuelita, ¿te acuerdas? (2004) Cuento.
Xosé Ballesteros / Roger
Olmos, Tío Lobo, Cuento popular
adaptado (2000)
Quintero, Armando, Sarita y la muerte / Sarita y la vida en
Sarita, obra inédita (2000, pp. 29 a
pp. 36) Cuentos.
3) Obras
para niño donde la muerte es personaje.
Jacqueline Golgberg, Una
señora con sombrero (1993) Poemas.
Michael Ende, El teatro de sombras de Ofelia, en Los mejores cuentos de Michael Ende (1997, pp. 278-288)
Jürg Schubiger, La niña y la muerte en Cuando
el mundo era joven todavía (1998, pp. 17-20)
Wolf Erlbruch, El pato y la muerte (2007) Cuento
Natalia Toledo / Francisco
Toledo, Guendaguti ñee sisi,
La Muerte pies ligeros (2005)
Ahora bien, no podemos dejar de lado que existen
múltiples definiciones y conceptos de la muerte. Tanto desde el punto de vista
médico-científico y religioso, como desde lo académico, lo psicológico, lo filosófico
y hasta lo literario. Basta que recordemos o releamos algunos de los numerosos
textos citados al inicio de nuestro proyecto para encontrarlas.
Sin embargo, para nuestro trabajo sólo hemos elegido
cuatro de ellas, de distintas épocas y contextos, pero que abarcan aspectos
diferentes a la escueta definición de la RAE y, pese a todo. Son más
especializadas y acordes con la investigación que nos proponemos.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí
los ríos caudales,
allí los ríos medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Jorge Manrique, Obra Completa, Coplas por la muerte de su padre (1968, pp. 116)
La muerte es un espejo que refleja las vanas
gesticulaciones de la vida. Toda esa
abigarrada confusión de actos, omisiones, arrepentimientos y tentativas – obras
y sobras- que es cada vida,
encuentra en la muerte, ya que no sentido o explicación, fin. Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza.
Antes de desmoronarse y hundirse en la nada, se esculpe y vuelve forma inmutable: ya no cambiaremos sino para
desaparecer. Nuestra muerte ilumina nuestra
vida. Si nuestra muerte carece de sentido,
tampoco lo tuvo nuestra vida.
Octavio
Paz, El laberinto de la soledad
(1983, pp. 48)
No sabemos si al final del camino,
la vida aguarda como un mendigo que nos extenderá
la mano.
Ernesto
Sábato Antes del fin / Memorias
(1998, pp. 212)
En algunos conventos antes se hacían
ejercicios para mirar a la muerte. Por esa
razón muchos santos colocaban una calavera en su lugar de oración, para tener a
la muerte siempre a la vista.
Tal vez es mejor mirarle a los ojos
a la muerte recién cuando haya llegado el momento,
e incluso entonces sólo hasta estar en sintonía con ella. Luego se sigue. Hay
una historia famosa sobre un seguidor de
Konradin, el último de los Staufen. Cuando fue tomado prisionero junto con el rey en Italia estaba en la
fortaleza en la cual estaba preso y jugaba al ajedrez
con otro recluso. Mientras jugaban
llegó un mensajero y le dijo: “En una hora serás ejecutado”. ¿Saben lo que dijo? “Sigamos jugando”.
Qué
otra cosa puede uno hacer, estando vivo, que vivir.
Bert Hellinger El
manantial no tiene que preguntar por el camino (2007, pp.396)
Tomado del Proyecto de Tesis realizado, presentado y aprobado por Armando Quintero Laplume para el Diplomado de Literatura Infantil para Docentes en la UDO (Caracas) el 14 de marzo de 20013: Sobre esa Señora que en cualquier momento vendrá a buscarnos. La muerte como personaje protagónico en la Literatura Infantil y otros entornos sobre ella.