1.- Cuando estemos frente a un narrador oral
digno en su ser y en su hacer, intentemos imitarlo en su dignidad. Cuando estemos frente a un mal narrador oral, observémoslo
con mucha atención para corregir nuestros propios errores.
2.- Ante un buen cuento a narrar, la pobreza de
lenguajes es algo que nos avergonzará. Ante un mal cuento, la riqueza de
recursos provocará lo mismo.
3.- Los cambios en el ser y hacer de cualquier
narrador oral que se inicia pueden ser muy lentos, casi imperceptibles; lo
importante es que sean.
4.- El narrador oral se pasará la vida simplificando
lo que muchos hombres, a conciencia o no, tratan casi siempre de complicar: las
relaciones humanas.
5.- Estudia siempre el pasado del viejo oficio
de narrar cuentos y de todos los oficiantes del mismo si quieres saber cómo
será tu futuro.
6.- El narrador oral digno sabe lo que es verdad
en lo que comparte con su público; el mal narrador sabe qué es lo que vende
mejor.
7.- Un cuento no mejora tu condición, ni la de
tu mundo, pero puede abrir puertas y ventanas para lograrlo cuando lo compartes
y, sobre todo, descubrir que crecerás en esa búsqueda aliándote con quienes
desean crecer contigo.
8.- Cinco son las condiciones para que tú y tu
mundo logren ser mejores: constancia, honestidad, generosidad, sinceridad y
delicadeza, en tu ser y hacer.
9.- Al escuchar comentarios perversos, aunque
sólo sea por mera curiosidad, no tardarás en convertirte en un hombre perverso.
10.- La narración oral, como la virtud, no nació
para vivir a solas. Todo el que la practica, terminará rodeado de buenos vecinos. ¡Sólo ejércela de corazón!, luego,
nos cuentas.
Texto de Armando Quintero. Fotografía de Héctor Rodríguez Cacheiro.