Clarissa, la vaca azul

Clarissa, la vaca azul
paseando por el campo

lunes, 25 de junio de 2012

Historia de vida: “El abuelazgo tiene sus premios”



La alegría de los cuentos la lleva a la vida / Foto y leyenda: Luis Pulido Silva
(Armando Quintero conversando con Luis Pulido en la Plaza del Estudiante de la UCAB)

Narraciones de Armando Quintero
“El abuelazgo tiene sus premios”
Ligado a los números desde su nacimiento por el nombre del pueblo que lo vio dar sus primeros pasos, Treinta y tres, este hombre de las letras cuenta su vida en forma de cuentos, su especialidad desde antes de nacer

“Sería maravilloso que uno cerrara su puño en el aire. Y al abrirlo sobre la palma de su mano descubriera un pequeño unicornio azul con alas que lo mirara a uno, como invitándolo a dar un paseíto. Sería maravilloso. Pero...raro. Muy raro”. Al culminar su narración, Armando Quintero extiende la palma de la mano y con su mirada sigue el “vuelo” del unicornio por el salón hasta que lo despide mientras el mítico animal sale del recinto.
Así regresa a su niñez este cuenta cuentos. Una y otra vez como todas las semanas junto a las personas que dirige en las dos instituciones que fundó hace más de 25 años (La Vaca Azul en 1987 y Narracuentos UCAB en 1992).
Los estudiantes, profesores y personal de la Universidad Católica Andrés Bello ya están familiarizados con este abuelo vestido de azul que todos los viernes entretiene a los que desean escuchar sus cuentos narrados desde el alma.
Desenvuelto, con una memoria muy clara, lleno de humor y de gestos, Quintero narra su vida y se detiene en muchos detalles, como buen escritor para niños, jóvenes o adultos. Abuelo orgulloso y a tiempo completo, se declara este hombre de letras.
“El abuelazgo tiene sus premios y tiene sus concesiones. Para eso estamos, para malacostumbrar a los niños. A mi nieto le encanta escuchar cuentos porque está acostumbrado desde el vientre y está acostumbrado a escuchar. Se entusiasma muchísimo con Asturia, tocado por Andrés Segovia, que me lo grabaron, y él escuchaba con menos de un año los 7 minutos con 22 segundos como si nada, una y otra vez”.
Su infancia y juventud transcurrieron en Uruguay, pero curiosamente, el cuenta cuentos posee recuerdos desde antes de nacer. “Mi mamá gustaba mucho de los cuentos y siempre colocaba su vientre hacía los contadores de cuentos y yo desde allí escuchaba los cuentos. Como uno está flotando en el líquido amniótico como un submarino, por el cordón umbilical miraba hacia afuera y veía contar cuentos”.
Desde muy pequeño recorría largas distancias a caballo y a escondidas de su padre para poder escuchar narraciones y por eso ahora se para en medio de la Plaza del Estudiante de la UCAB y emula a los griegos en el ágora. Narra cuentos con pasión, gracias a la enseñanza que recibió junto a su morocha y única hermana.
“Las maestras no nos enseñaron en los libros convencionales. Cuando nosotros ingresamos a la escuela, se cumplían 15 años de la muerte de Federico García Lorca y ellas nos motivaron con fragmentos de sus poemas, con fragmentos muy bien elegidos de Miguel Hernández, Rafael Alberti, Pablo Neruda, elegían a toda esa generación maravillosa y eso estaba allí”.
Admirador de muchos literatos latinoamericanos y venezolanos, Armando Quintero aprendió desde pequeño que nunca es tarde para estudiar y por eso está cursando el diplomado en literatura infantil a sus 67 años.
Narrador, escritor, pintor e ilustrador. Se conmueve al recordar su única experiencia en la pantalla grande, en el papel de Pablo, esposo de la actuación que realizó la española Carmen Maura en la película venezolana La Virgen Negra.
“En la escena de la muerte cuando ella me toma la mano, te juro que yo estaba con el temor de que se vieran mis lágrimas porque fue de tal tensión su agarrada de manos que me sentí como doliente de la muerte del personaje. Esto fue algo muy fuerte, pero muy hermoso. Estoy dolido de que no me hayan llamado para otras películas porque me encantó”.
Contando la historia de su vida recuerda la etapa de la dictadura, por la cual tuvo que dejar atrás lo hecho en Uruguay y hacer de Venezuela su casa junto a su esposa y sus dos hijas. Deja una gran lección de vida y demuestra que siempre busca la luz entre las sobras. “Si yo me siento a dolerme de que me mataron familiares o de que fui reprimido, me quedaría muerto como varios familiares o varios amigos que me mataron en la dictadura. Creo que si uno quedó vivo es para algo”.
Preocupado por la puntualidad de sus actividades, Armando Quintero continúa y continuará todos los viernes a mediodía en la UCAB y los segundos y cuartos domingos de cada mes en el Parque Caballito de Altamira, haciendo de su vida el mejor cuento.

Narra con pasión para niños, jóvenes y adultos / Foto y leyenda:  Luis Pulido Silva
(Armando Quintero narrando en la Plaza del Estudiante de la UCAB) 

Recuadro
Hombres de letras y represión
No se declara ni héroe ni mártir de la dictadura uruguaya, por la cual tuvo que enfrentar situaciones extremas. Este narrador fue incluido por la dictadura uruguaya en una lista negra y por ello no podía dar clases en la educación pública ni en la privada, incluso se le cuestionaba las clases particulares. Por ello pudo emigrar a Venezuela, donde ha establecido su vida entre cuentos, narraciones y otras manifestaciones artísticas.
Durante su infancia, Quintero pudo conocer en su pueblo natal a personas como Rafael Alberti (de quien recuerda su voz), León Felipe (al cual describe completamente) o al poeta cumanés, Andrés Eloy Blanco (recuerda que en la radiodifusora de su pueblo le grabaron “Píntame angelitos negros”).

Historia de vida de Armando Quintero de Luis Pulido Silva. 
Publicada en el periódico 2001, página 32, el domingo 24 de junio del 2012.

domingo, 24 de junio de 2012

Cuentacuentos según la RAE


Tiago de Jesús en el Parque Caballito de Altamira, Caracas.

La Real Academia Española nos da la razón, y en su diccionario de la 23ª edición, incorpora por fin el nombre común “cuentacuentos” con el significado único e inequívoco de “persona que narra cuentos en público.” Podéis verlo en http://lema.rae.es/drae/?val=cuentacuentos
A partir de ahora ya no hay dudas de cómo nombrar a las “personas que narran cuentos en público”. A esas personas se les debe llamar “cuentacuentos”. Con ello la RAE no hace sino certificar el uso general de la lengua, que es propiedad de todos los hablantes. 
No se especifica en la definición si los cuentos que se narran han de ser infantiles o de adultos, porque todos valen, pero sí que tienen que ser cuentos. Quedan excluidos pues los que hacen conversación escénica, chistes, o monólogos más o menos humorísticos cercanos al “El Club de la Comedia” (Stand-up Comedy), que más bien deberían hacerse llamar “monologuistas” o “narradores orales”.
Las palabras “cuentista” y “cuentero” (esta última acepción válida solo en algunos países de Hispanoamérica, como Cuba y Colombia), para la Real Academia Española, se refieren a quien “acostumbra a contar enredos, chismes o embustes; o la persona que suele narrar o escribir cuentos; o la que por vanidad u otro motivo semejante exagera o falsea la realidad.” Las definiciones son muy claras, y definen lo que está en el uso normal de la lengua y los hablantes desde hace décadas.
Ninguna otra definición para los que ejercen la profesión o la afición de contar cuentos en público es así de clara y explícita como la de “cuentacuentos”, porque en apenas siete palabras esta definición es la única que incluye al narrador, al cuento y al público, los tres pilares esenciales e imprescindibles en el arte de contar cuentos.
Muchas gracias a la RAE, y muchas felicidades para todos los cuentacuentos y las cuentacuentos (el nombre es común para los dos géneros), porque entre todos hemos conseguido que definitivamente tengamos un oficio visible, con prestigio, y reconocido en todas las áreas de la cultura. ¡Vivan los cuentacuentos!



Tomado del facebook de la Red Internacional de Cuentacuentos https://www.facebook.com/groups/136177297744/10150937681407745/?notif_t=group_activity