Clarissa, la vaca azul

Clarissa, la vaca azul
paseando por el campo

sábado, 19 de diciembre de 2009

¿Será que se ha llevado a un Tío Conejo al poder o será que es otro el cuento?... (primera parte)











Ilustración: Antonio Villaroel.





¿Será que se ha llevado a un Tío Conejo al poder o será que es otro el cuento? O, ¿cómo es que sigo siendo un venezolano de a pié a pesar de ello y, a mucha honra?

“Sólo sé que no sé nada”. Tal es así que, por regla de vida, ni siquiera estoy seguro de nada. Incluso, de que esta frase la haya dicho Sócrates, como lo asegura Platón y, si mal no recuerdo, algunos dicen que lo reafirma Aristóteles. Y nadie, creo, haya podido saberlo en el transcurso de los siglos y, menos, haya podido tener la seguridad sobre ello. ¿O, sí, y no lo conozco?
Claro que, en el caso personal, la afirmación de esa frase, más que una pesada carga de inestabilidad constante, me ha beneficiado para la búsqueda, el encuentro y hasta de los logros añadidos de muchos conocimientos que nunca pensé asumir. Y, por supuesto, de la superación paulatina de los pocos o muchos temores que esto conlleva.
Creo que eso es lo que un narrador oral y docente como Sócrates, y que nunca nos dejó una línea escrita, siempre lo ha visto como lo mejor. Como creo que, desde su elección de beber la cicuta ante sus alumnos, como nos narra Platón en su famosa “Apología”, el maestro del conocimiento nos sonrió, sonreirá y sonríe eternamente. Y nos brinda una manera de llegar hasta él. Y hasta el conocimiento de cualquier tipo. ¿No les parece?
Y puedo mostrarlo. O, al menos, creo que así será. Como lo leerán aquí.

Ha sucedido que, considerándome un “analfabestia” en el conocimiento de los avatares de la situación que atraviesa nuestro país desde hace varios años y, en especial, en esta década, he logrado, al menos por ahora, llegar a aproximarme al primer peldaño del nivel de educación, al básico como para lograr narrarles una serie de cuentos, más bien vivencias, que giran entorno al tema que me propuse. E, incluso, aceptar el concepto de No País sostenido por Agustín Blanco Muñoz desde hace un tiempo.
¡Ah!, antes de continuar, aclaro, aunque puedo oscurecer, según dicen las lenguas de “mala reputación”, o de la buena, que también las tienen: espero que nadie pueda estar ni siquiera sospechando o crea, al menos, que hay algún tipo de connotación por el uso de la expresión “por ahora”. Ella es de uso común y no tiene que dejar de serlo. Ni por decretos. Constitucionales o no.
Al arte de narrar cuentos, que es el oficio más viejo de la tierra (*), lo ejerzo desde hace cuarenta y tres años. Primero como docente en Literatura, luego como exiliado y como padre, hasta llegar a ejercerlo profesionalmente en numerosos Festivales Nacionales e Internacionales, en la fundación y dirección de agrupaciones de Narración Oral y, en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, como docentes en los Seminarios de las Escuelas de Educación y de Letras y como Director de Narracuentos UCAB, la agrupación de los mal llamados “cuentacuentos” de esa casa de estudios.
Para el trabajo final de su cátedra en el Avanzado de Periodismo, Pino Iturrieta nos propuso una pregunta: ¿Por qué soy venezolano? Y, ante una pregunta así, a uno, como olimareño (**) de origen le provocó responder como lo hacían mis paisanos de Treinta y Tres: “¿Y, por qué no?”.
Por supuesto que me sorprendí ante la pregunta en sí. Como me sorprendí al saber que tenía que reconocerme como hijo de tres madres: la que me dio el ser, la patria donde nací y la que me adoptó y adopté.
Aclaro. Nací en el vientre de una buena familia, pobre pero honesta, en una ciudad del interior, uno de esos “pueblos de campaña” de la República Oriental del Uruguay: Treinta y Tres, capital del departamento del mismo nombre y que está casi rodeada por un pequeño río, el Olimar, que nos da el gentilicio que nos identifica entre todos los uruguayos. Frente a los conocidos y oscuros avatares de la década de los setenta, fuimos aventados hacia estas Tierras de Gracia. O de desgracias, según le oí decir a una señora, muy criollita ella, en estos días. Y, entonces recordé que fue casi por la casualidad que llegamos a Venezuela, como por la causalidad ante las des - gracias de la otra, la tierra de nuestros orígenes. Desde hace unos cuantos años, y según consta legalmente, somos venezolanos por naturalización. Y como dicen por allá, por las patrias del sur: ¡A mucha honra!
De Venezuela poseía una visión especial. Mejor tendría que decir una sonoridad inicial por los recuerdos, frescos aún, en las cálidas referencias de uno de nuestros educadores olimareños: el maestro y compositor Rubén Lena.
Él y su esposa, ambos maestros normalistas, habían participado de los logros socios pedagógicos ejecutados en este país por los años cincuenta por un grueso de educadores sureños. Su entusiasmo era de tal magnitud que no sólo
nos hablaba permanentemente de Venezuela - ¡y hasta nos enseñaba a bailar joropo! - sino que nos hacía escuchar, en los viejos discos de acetato, a Juan Vicente Torrealba y Los Torealberos, a Magdalena Sánchez, Rafael Montaño y las tonadas de Simón Díaz que recién comenzaban a ser algo conocidas.
Las vivencias de Rubén Lena, quizás no exentas de cierta idealización, nos hablaban, y nos reforzaban, la imagen de un venezolano espontáneo, campechano como un simple niño grande; solidario con el extranjero, abierto a ofrecerle lo que necesitara para hacerlo sentir como en su casa; tolerante con el otro aunque no tuviera ideas similares, al punto de que aún al discutir las diferencias, primara la conciliación antes que ellas; nada racista porque, entre sus razones primordiales, reconocía que, genéticamente, es el resultado de múltiples y variadas mezclas desde sus orígenes coloniales; además, de muy limpio y claro proceder, honesto en sus actos, coherente con su palabra empeñada, pacífico y nada violento. Y esa fue la primera percepción sentida.
Silenciados, temerosos por lo vivido en los últimos años antes de llegar a Venezuela, nos asombraba la espontánea, abierta y bulliciosa comunicación de los venezolanos por sus múltiples lenguajes al expresarse. Era como descubrir verdaderos maestros del narrar con gestos y con movimientos, más que con palabras. Era disfrutar a narradores de cuentos con fuertes raíces entroncadas en las culturas africanas y aborígenes. Nos asombraban con sus actitudes de sacarle partido a cualquier situación desagradable y voltearla con alguna expresión, con algún gesto, con alguna humorada. Y con sus saludos matinales al subir al autobús, sus santiguarse al salir al trabajo o ante cualquier tarea que iniciaban. ¡Era una refrescante y constante sensación, no tanto de una simple irresponsabilidad, como de una sutil alegría vital! También, no puedo negarlo, era retornar o, al menos, reencontrarme con el provinciano que llevo dentro.
Una semana antes de la Navidad de 1978 pasamos a vivir al primer apartamento que alquilamos. Habíamos estado, durante tres meses, en casa de unos paisanos que nos cedieron dos habitaciones, una para mi suegra y las dos hijas, pequeñas para ese entonces, y la otra para mi esposa y para mí. Reunidos para los festejos de Nochebuena oímos sonar al intercomunicador:
- ¡Bajen a la fiesta! – se escuchó al atender.
- Gracias, pero no conocemos a nadie y ya estamos festejando con la
familia – dije como respuesta.
- Pero, ¡bajen a la fiesta! – se escuchó de nuevo.
Como cinco veces se repitió el llamado hasta que bajé y me fui directo al salón de fiestas del edificio. No iba molesto pero, eso sí, dispuesto a aclarar lo que suponía era un malentendido.
- ¡Mira, chico! – dijo el Presidente de la Junta de Vecinos al verme, ya
con su mano abierta, extendida para saludarme – Nosotros sabemos que ustedes son una familia recién llegada de Uruguay y, como hoy es el Día de la Familia, los queremos saludar como tales.
Y ese detalle nos abrió puertas y ventanas al corazón de la nueva patria.
Para febrero del 2002, la Casa de Andrés Bello convocó a narradores orales, docentes, investigadores y profesionales interesados en el área para la realización de un Seminario sobre Oralidad, de unos tres meses, coordinado por Antonio Trujillo. A la segunda semana de comenzar, me solicitaron el favor de suplirle por unas tres a cuatro semanas porque tenía que ausentarse del país por razones de salud de un familiar. Al explicarme los motivos, supe que su ausencia se prolongaría, al menos, hasta la culminación del seminario. Nunca regresó a él y, obvio, me hice responsable del Seminario de Oralidad.
Todos los miércoles, bajaba del Metro en Estación Capitolio. Caminaba hacia Plaza Bolívar y desde ahí, directo, hasta la esquina del Ministerio de Educación en donde está la Casa de Bello. El último día del seminario, cuando llegué a la plaza, me encontré con un grupo de personas con cachuchas rojas y una señora de pelo oxigenado o teñido de rubio, con un megáfono en su mano. No puedo asegurar que era la dirigente bolivariana -¿o chavista?- Lina Ron, el momento no estaba para presentaciones y nadie lo hizo, pero se le parecía mucho. Sentí como las miradas de muchos se fijaron en mí. Me dije, ante la tensión de las mismas, que eso no era conmigo y orienté mi vista hacia el lugar donde me dirigía. Al tiempo que un enorme escupitajo, que casi roza mi cara, caía a mis pies oí, por el megáfono encendido, el grito de la mujer que lo tenía:
- ¡Ese viejo escuálido!
Ahora sabía que aquello, sí, era conmigo y era un Encuentro cercano del Tercer Mundo. En segundos, que duraron siglos, tuve que resolver qué hacer: si miraba a quien me había lanzado el escupitajo - lo había visto de refilón - él me diría algo; si le respondía, iba a ser peor; y, si salía corriendo, estaba seguro que sería mucho peor. Pasé por arriba de aquello y continué mi marcha, con mi vista hacia donde iba. Agradecido, además, de que sólo me lanzaron un escupitajo al cruzar por la llamada Esquina Caliente. Dada la situación podría haber sido una piedra, una botella o un balazo. Al dar el tercer paso recordé, y no por una casualidad, lo sucedido en la Navidad del 78. Y me pregunté: ¿Es ésta la Venezuela de Rubén Lena?, ¿es ésta la que conocí?, ¿es ésta la patria de mis hijas y la que será para mis nietos?, ¿siempre fue así y estaba dormida?
Este suceso pareció confirmar – personalmente - lo que vivimos desde unos años a esta parte: Venezuela es otra. Y cuestionarnos sobre ello, importa.
- Yo no soy tolerante con la intolerancia - dijo Miguel Delgado Estévez a Elizabeth Fuentes al entrevistarlo el 3 de agosto del 2007 en “Tremenda Fuente” , programa retransmitido el 19 de diciembre de ese mismo año, por el canal 33 de Globovisión.
Este mismo día, la Agencia Bolivariana de Noticias publicó en Internet una nota cuyo encabezamiento cito: “«En Venezuela no hay presos políticos sino políticos presos», aseguró el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, al término de la firma de acuerdos con el Reino de Malasia, acto que tuvo lugar este martes en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, en el centro de la ciudad.” Y, en el párrafo siguiente la ABN dice: “«No me corresponde a mí ser concluyente en este caso y lo relativo a una Ley de Amnistía corresponde a la Asamblea Nacional. Los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial estarán siempre dispuestos a abonar el camino para que en Venezuela siga floreciendo la prosperidad, la paz y la democracia. Todos estamos movidos por la solidaridad, el humanismo y el respeto al ser humano», destacó el Jefe del Estado venezolano” Y uno, con toda la tolerancia que es posible, se pregunta, una y otra vez: ¿Será esto así? ¿Será que la Asamblea Nacional, y ésta en particular, propondrá o aceptará una Ley de Amnistía? ¿Cuánta disposición han visto los venezolanos en los Tres Poderes para abonar el camino del florecer de “la prosperidad, la paz y la democracia” en estos últimos años y, en particular, los familiares de los detenidos y los ahora llamados “políticos presos”? ¿Cuánta “solidaridad, humanismo y respeto al ser humano” han visto los venezolanos en casos tan emblemáticos como los despidos masivos de los miles de empleados de PDVSA, los directivos de instituciones culturales o los empleados públicos desincorporados? ¿O, ante las personas que tuvieron que realizar trámites en instituciones públicas o los viajeros que han sido “matraqueados” por estar en la “Lista Tascón”? Ni en los problemas con el personal de PDVSA o los obreros de la Siderúrgica del Orinoco. Ni en los problemas con los hospitales y con la educación. Ni las “regaladeras” a los “Hermanos del Hemisferio”. Ni los manejos de la política exterior con sus inferencias en la política de los otros países. Ni los problemas de los secuestros y robos y sin ahondar en los muertos y los desaparecidos “en extrañas circunstancias” o en “circunstancias aún no aclaradas”, si es que llegaran a aclararse algún día. Ni del largo juicio y la posterior condena a los comisarios y a aquellos guardias nacionales que actuaron en los, menos aclarados aún, sucesos de abril. Ni de los numerosos ataques a los periodistas de oposición a quienes, directa o indirectamente, se les niega información o, con el apoyo de grupos de choque, se les golpea. O son vejados sistemáticamente. Incluso desde las altas esferas del gobierno. Ni a las constantes visitas a los medios, a los que se les amenaza o se les sanciona acudiendo a retorcidos vericuetos legales. O se les multa o se les amenaza con cierres que paulatinamente se van cumpliendo. ¿A paso de vencedores? Y, menos aún, había escuchado las últimas palabras en off del locutor oficial al cierre de la Cadena Nacional por los festejos de este 24 de julio de 2009, exactamente a la 1.23 p. m., y que las anoté para no olvidarlas:
“- Importa navegar. No importa la vida. ¡Patria, socialismo o muerte!”.
Las negritas, otra vez me pertenecen, aclaro.
Entonces se me hizo presente una frase que nos dijera Milagros Socorro en un momento del desarrollo de su cátedra en el Avanzado de Periodismo: “La verdad no es lo contrario de la mentira sino de la polarización.”


(*) Hace un tiempo, un poco en broma y mucho en serio, le dije a un alumno de uno de mis talleres, que discutía con otro, no sé por qué, y le aseveraba que el oficio más viejo de la tierra era la prostitución: - “Tenga cuidado. No se deje convencer por lo que se dice. Para que exista una prostituta, tuvo que existir uno que le contara un cuento y ella se dejara convencer. Es seguro que tuvo que existir un narrador de cuentos”. No estoy convencido que eso sea tan así, y menos que siga siéndolo. No hay manera de comprobarlo. Además, al menos yo, no estaba ahí para aseverarlo. Como decía un amigo bromista.
(**) Por el contexto de lo escrito aquí, se entiende que el gentilicio olimareño es el que se aplica a los habitantes del Departamento de Treinta y Tres, una las diecinueve divisiones territoriales del Uruguay.


Armando Quintero Laplume

Tomado del libro ENTRE NOSOTROS Prensa, democracia y gobernabilidad en la Venezuela actual de Carlos Delgado-Flores (coordinador) Ediciones de la UCAB. Serie Mapas de la COMUNICACIÓN. Caracas, noviembre 2009.

El gran dictador: discurso final
















Realmente lo siento, pero no aspiro a ser emperador. Eso no es para mí. No pretendo regentar, ni conquistar nada de nada. Me gustaría ayudar en lo posible a cristianos y judíos, negros y blancos. Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así. Queremos vivir de nuestra dicha mutua...no de nuestra mutua desdicha. No queremos despreciarnos y odiarnos mutuamente.
En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia de todos. El camino de la vida puede ser libre y magnífico, pero hemos perdido ese camino. La voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un círculo de odio y nos ha hecho entrar marcando el paso de la oca en la miseria y en la sangre. Hemos mejorado la velocidad pero somos esclavos de ella. La mecanización que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra ciencia nos ha vuelto cínicos. Nuestra inteligencia duros y brutales. Pensamos en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de espíritu humanitario que de mecanización. Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la inteligencia. Sin estas cualidades la vida solo puede ser violenta y todo estará perdido. La aviación y la radio nos han acercado los unos a los otros. La naturaleza misma de estos inventos requería la bondad del hombre y reclamaba una fraternidad universal para la unión de todos.
En este momento mi voz llega a miles de seres esparcidos por el mundo. A aquellos que puedan comprenderle les digo: no desesperéis, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito feroz, de la amargura de unos hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y los dictadores perecerán, y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo. ¡Y mientras existan hombres que sepan morir, la libertad no podrá perecer! Soldados, no os entreguéis a esos brutos...hombres que os desprecian y os tratan como esclavos, hombres que regimientan vuestras vidas, imponen vuestros actos, vuestros pensamientos y vuestros sentimientos; que os amaestran, os hacen ayunar, os tratan como ganado y ¡os utilizan como carne de cañón!.No os pongáis en manos de esos hombres contra natura, de esos hombres-máquina con corazones de máquina. ¡Vosotros no sois máquinas!¡Vosotros no sois ganado!¡Vosotros sois hombres!¡Vosotros lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones! No odiéis. Sólo los que no son amados odian. Los que no son amados y los anormales....Soldados, ¡no combatáis por la esclavitud! Combatid por la libertad.
En el capítulo 17 del evangelio según San Lucas está escrito: "El reino de Dios está en el hombre mismo". No en un solo hombre, ni en un grupo de hombres, ¡en todos los hombres! Y ¡vosotros! Vosotros, el pueblo tenéis el poder para crear máquinas. El poder para crear la felicidad. Vosotros el pueblo tenéis el poder para crear esa vida libre y espléndida...para hacer de esa vida una radiante aventura. Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder...¡unámonos todos! Luchemos por un nuevo mundo, un mundo limpio que ofrezca a todos la posibilidad de trabajar, que de a la juventud un porvenir y resguarde a los ancianos de la necesidad, prometiendo estas cosas gente ambiciosa se ha hecho con el poder, pero ¡han mentido! No han mantenido sus promesas, ¡ni las mantendrán jamás! Los dictadores se han liberado pero han domesticado al pueblo. Combatamos ahora para que se cumpla esa promesa. Combatamos por un mundo equilibrado...un mundo de ciencia en el que el Progreso lleve a todos a la felicidad. ¡Soldados! en nombre de la democracia, ¡unámonos!

http://www.youtube.com/watch?v=3cFTJ9q5ztk&feature=related
Al pulsar sobre el enlace de arriba, verá y oirá a Charles Chaplin en el fragmento de la película. Tomado de YouTube.

¿Será que se ha llevado a un Tío Conejo al poder o será que es otro el cuento?... (segunda parte)









Ilustración tomada del blog de Antonio Villarroel.




¿Será que se ha llevado a un Tío Conejo al poder o será que es otro el cuento? O, ¿cómo es que sigo siendo un venezolano de a pié a pesar de ello y, a mucha honra?

Ante lo que está sucediendo, uno que ya vivió situaciones que se le parecen, se pregunta: ¿será que el sur vuelve a repetirse desde la otra acera? Aunque, lo sea en una versión corregida, aumentada y “tropicalizada”.
Claro que, para pensar así, tendríamos que creernos que estamos ante un gobierno de izquierda, y no verlo como una de esas historias que alguien se inventó, en una versión nueva y maltratadora de Tío Conejo ante Tío Tigre.
Con su aflorado resentimiento acumulado en siglos. Y con toda su picardía a flor de galones disfrazados de civiles. Perdón, quise decir, de lobos disfrazados de corderos.
Con la lamentable referencia, y la siempre mala generalización, de seguir tratando de feroces a los maltratados lobos, como se ha hecho en la mal llamada Literatura Infantil. Y aunque el proceso tampoco tenga nada de infantil.
Reconocemos también, por supuesto, que los barros de los tan mentados cuarenta años de democracia trajeron estos lodos.
Con el apoyo, incluso, de los medios. ¿O, no?
Sabemos y reconocemos que eran necesarios muchos cambios.
¿Pero era necesario y el país reclamaba un Socialismo del Siglo XXI?
¿Era necesario vivir en guerras permanentes? ¿En dualidades en todos los terrenos? ¿En enfrentamientos entre un mundo real (el de todos los días con sus hambres, sus inseguridades y todas sus carencias) y esos mundos de sueños de lo que queremos ser y aún no somos (el que nos presenta El Señor Presidente – con todas las connotaciones que nos recuerdan al título de la novela de Miguel Ángel Asturias, aunque este señor no se anime a tanto, como han dicho algunos, “por ahora” como dicen otros - y que muchas veces nos resultan ficticios, ése que nos presentan los discursos presidenciales y muchas de las cadenas a las que somos obligados con más frecuencias)
Y vino a mi memoria el último párrafo del EDITORIAL de la Revista SIC Nº 691 de enero-febrero de 2007, ¡qué a esta altura tan lejos nos parece, estando tan cerca con las últimas resoluciones, propuestas y acontecimientos internos!:
simplemente estatización, centralización del poder y hegemonía política e ideológica “Pensamos que si por socialismo del Siglo XXI se busca una verdadera socialización del poder desde la pluralidad política e ideológica; la profundización de la justicia social que incluye en la agenda temas como la seguridad ciudadana, el desempleo, vivienda y urbanismo, servicios médicos de calidad, educación cualificada, cárceles, etc.; y las garantías a las libertades ciudadanas entonces nosotros ya desde al menos 1968 somos parte de este proceso. Pero no estamos de acuerdo si por socialismo del Siglo XXI se entiende ”.
O, más claro, si es que no lo oscurezco con los grados superlativos, y en aumento paulatino, de todas las necesidades que serían atendidas y que fueron la esperanzada bandera para lograr, como otro caudillo libertador de los tantos que por estas tierras han sido y que, desde los tiempos de la Conquista parecen necesitar, según algunos teóricos, los habitantes de Venezuela. Promesas que le hicieron llegar a la presidencia: guerra sistemática a la corrupción, atención a las carencias habitacionales, atención a los niños y a los ancianos, atención a la cultura, atención a la producción, guerra al hampa y la violencia cotidiana y… y… y otras tantas propuestas prometidas, iniciadas, o medio concretadas, o detenidas y luego, olvidadas. O, a veces, retornadas para volverlas a terminar destrozándolas.
Hay una síntesis bien interesante sobre lo que está sucediendo en estos últimos diez años en Venezuela realizada por Andrés Cañizález:

“Hemos vivido en Venezuela, en una suerte de vorágine en los últimos años. Gobernado el país por un mismo hombre por una década, asistimos a metamorfosis de diverso calibre, con cambios (o anuncios de transformaciones) casi a diario. La carrera parece no tener fin, como tampoco los recursos económicos de esta época, en la cual el precio de barril de petróleo rompió todos los récords. El país es otro, y tal vez el mundo mediático – junto a otras ramas empresariales sensibles para la lógica gubernamental- resienta especialmente dichas transformaciones. Esa suerte de refundación, en la que se insiste desde el discurso público, parece reducir toda la vida nacional a lo hecho (o deshecho) desde el 2 de febrero de 1999, cuando el presidente Hugo Chávez asumió el poder. Hay, desde el espacio reflexivo, especialmente académico, una cierta necesidad de recapitulación. Se trata de una historia necesaria para poder tener el retrato de cómo los medios y el poder político se entretejieron durante décadas, cuando aún no se había iniciado el tiempo de la revolución bolivariana”.

No sé por qué, cuando estaba releyendo este texto, me recordé de una conversación oída de paso, y casi sin querer, como sucede siempre que uno viaja en el vagón de un metro.
Dos secretarias venían hablando de uno de sus jefes. Una con evidente acento caraqueño, la otra con marcado acento peninsular, hasta diría que catalana, por “la mala leche” de su comentario: “Es que te digo, él es como el Rey Midas. ¿Sabes?, ¿El que convertía todo lo que tocaba en oro? La única diferencia es que, como estamos en dónde estamos, todo lo que hace, aunque le siga quedando amarillo, se le torna más blando y con olor”.
No podemos negar que no todo lo que reluce es oro pero tampoco, en sus momentos de auge todo ha sido el elemento de la otra materia.
Caso concreto, las Misiones.
Aunque el propio Presidente Chávez acaba de reconocer - este sábado 25 de julio de 2009, en el discurso en el homenaje a los 10 años de la Asamblea General Constituyente creadora de esta Constitución que nos rige - que existen problemas en ellas.
Perdón, otra vez hago un paréntesis. Cosas de contador de Cuentos.
- Ah!, no sé, sólo me pregunto: ¿estamos ante un macho vernáculo que golpea todo el año a su mujer pero no se olvida de festejarle su cumpleaños y el Día de la Madre?
Eso fue lo dicho por una vecina - que como muchos fue una ferviente admiradora del Presidente y, por añadidura del proceso - cuando se enteró que el Presidente sería el orador de orden en la Asamblea Nacional en esos festejos. Otra vez las negritas son mías.
Y, me disculpo por la virulencia de lo dicho.
Tampoco podemos desconocer que permanentemente, a veces algo tarde, revisa el acontecer de sus propuestas y cambios. Como impone líneas de trabajo como las de ordenarle a sus subalternos que busquen los mecanismos para el cierre de otro canal opositor o, en su alternativa, prohibir la salida de su presidente, sea justificado o inventado el motivo legal de la misma. ¿Otra jugarreta para un exiliado más?
¡Ah! Ya que hablamos de jugarretas, dicho sea y no tan de paso, porque la cosa se está poniendo color de hormiga: ¿Cuál es, ha sido y será la que se está generando de nuevo con todos - y remarcamos “todos” - los medios?

“Casi todos los periódicos estuvieron divididos entre gobierno y oposición. Apenas hubo espacio para el término medio. No podían, por esas razones, informar con equilibrio sobre lo que ocurría en el país; no podían ser un espejo de la realidad. En verdad, la imagen que reflejaban era una imagen empañada, distorsionada, bastante incompleta”.

Esto lo señaló Eleazar Días Rangel, como lo apunta Andrés Cañizales, con sutil ironía, no al hablar de los medios en el año 2002 sino por el crucial momento de 1936 a 1948, tan difícil para nuestra vida democrática. Y lo hace no “para justificar acciones recientes, porque en el pasado acontecieran experiencias similares, pero es necesario no perder de vista hechos que merecen una lectura y se conectan con lo que se ha estado viviendo en Venezuela en los últimos años”
.
¿Son tan inocentes todos los medios? No habrán fraguado el golpe de Estado de abril de 2002, pero ¿no sostienen, como nos apunta Villamediana, un “oposicionismo beligerante” al condenar por dictatorial diversas decisiones presidenciales y guardar un largo e incómodo silencio ante la acción de Carmona, por ejemplo? ¿No tienen, cumplen o asumen un rol político? ¿No se han convertido, como señala Marcelino Bisbal, “en el espacio público privilegiado por la gente; los medios están alterando la vida y hasta las propias formas que hoy adquiere la socialidad”? ¿Han cumplido con un “mínimo de calidad, transparencia y respeto a los derecho de la audiencia”?...Pero, ¿cómo la está saldando el Estado que se muestra cada vez más?
Además de las medidas que se asumieron en 2004, al aprobarse la Ley de Responsabilidad Social de la Radio y la Televisión, los anuncios oficiales de nuevas medidas y leyes, tanto para los medios como para la educación, la tenencia de la tierra y… y… y… Todo ese conjunto, me llevan ha preguntarme: ¿No será qué, al mejor estilo de la novela satírica Rebelión en la granja de George Orwel? Al menos, como que estamos cargando con toda la corrupción que engendra el poder, en todos los niveles. Y, al continuar sobre los mismos pasos que nos ha trasformado, según Agustín Blanco Muñoz, en un No País, nadie podrá evitar que se sigan expulsando, no a los humanos – porque estamos claros que en este país todos los somos – pero quienes vienen creando un sistema de gobierno propio, cada vez más a la imagen y conveniencia de un líder único, cegados por el poder terminen expulsando a lo humano y lleguen a convertir todo en una tiranía brutal. ¿Seguiremos hasta allí? ¿Seguiremos tropezando, otra vez, con la misma piedra? Ya estamos con una “Hegemonía Comunicacional” y acaparando (o expropiando) todo. ¿O, no?

“Casi toda nuestra historia republicana ha estado marcada por la compulsión a la repetición. No ha habido una verdadera reflexión capaz de deshacer este nudo gordiano. La psicología nos permite agudizar la visión para detectar las variables sutiles que intervienen en los hechos sin ser notadas, para percibir la cara oculta de nuestras posturas y acciones. En este sentido, este estudio de la figura del pícaro revela importantes formas y límites arquetipales que nos confinan y que, reforzados por la cultura, dan cuenta de la repetición de muchos de los complejos históricos que se resisten al cambio. La penetración y efectividad de un discurso político construido sobre el culto del héroe, la demagógica exaltación de la nobleza, las virtudes y los altos ideales de un pueblo que vive mayoritariamente a nivel de subsistencia en una realidad miserable en que la viveza es su principal don, muestra un paralelismo tan contradictorio y extraño a la razón que sólo es posible comprenderlo como resultado del delicado juego de nivelaciones y compensaciones entre los polos o caras opuestas del arquetipo. La psicología de los arquetipos otorga una perspectiva más amplia porque se ubica en el interregno donde lo individual se confunde con lo social, donde los seres humanos se entremezclan con las instituciones y el pasado se hace presente. La comprensión y solución de nuestros más acuciantes problemas sociales no saldrán de su estancamiento hasta que no tomemos en cuenta las prelaciones psicológicas, hasta que no lleguemos al fondo de las actitudes colectivas que soportan el orden económico y político”. Según nos asevera Axel Capriles al culminar su libro La Picardía del venezolano o el triunfo de Tío Conejo.
Por qué no he llegado, hasta ahora, a preguntarme: ¿cómo es que sigo siendo un venezolano de a pié? Pero, a pesar de ello, ¡a mucha honra!
¿Cómo es que sigo, como muchos, aguantando lo que pueda venir?
Y recordé la respuesta que le oí a un anciano, en la cola de un banco, ante un abuso. Llegaba a la caja y una mujer se interpuso entre él y el cajero. Al reclamarle por haberse coleado, ella le amenazó con llamar a su marido.
- ¿Qué te pasa musiú? – dijo al llegar el esposo, con gestos agresivos.
- Mire, señor, el problema no es de nacionalidad, sino de conductas. Aunque, si así lo fuera, le aclaro que, en mi país de origen, al igual que usted en el suyo, nacimos por accidente pero, en mi caso, hay una diferencia: yo sí pude elegir ser venezolano y, como tal, no sabría decirle cual de los dos lo es más. Aunque, ¿interesaría esto si no podemos resolver las cosas tolerándonos y no ofendiéndonos? – respondió el anciano, con la mayor serenidad.
Esa respuesta, acrecentó el reclamo de las personas que observaban la escena, y atrajo al vigilante que le solicitó a la pareja que se retirara del banco.
Por eso soy venezolano, respondí en su momento a la pregunta formulada por Pino Iturrieta.
Y lo respondo aquí de nuevo: para resistir y revitalizar al venezolano que siempre conocí, que es el que admiro y quiero: al venezolano que, como muchos de los amigos que hemos cultivado en todos estos años, aman al ser humano que todos llevamos dentro. Al venezolano que ansía ser mejor e igualarse con los mejores, en lo mejor. Al venezolano que desde los espacios donde narro oralmente o de los sitios donde escribo siempre comparto y coparticipo con él. A ese venezolano sin distingo si es de barrio o urbanización, si vive en el este o en el oeste, si tiene fe en tal o cual credo o religión. Y menos, si es rojo, amarillo o azul, porque todos, desde antes de nacer, o porque adoptamos a estas tierras como nuestra nueva patria, estamos cobijados por una bandera que tiene franjas iguales en esos colores. A ese venezolano que nunca fue ni-ni porque siempre asumió compromisos. A ese venezolano que ahora se califica de no alineado pero, con todo el respeto por la criteriosa calificación, no le importará nunca que lo llamen como lo llamen. Porque, sea como sea él siempre será un ciudadano de a pié, que vive, sangra y sobrevive resistiendo los avatares de los tiempos. Camine o circule en bicicleta, moto, carro, autobús o metro. A ese venezolano que deseamos siga siendo como es. Y que siempre estaremos dispuestos a promover para nuestros hijos y nietos, y para cada uno de nosotros. Nos lo merecemos, ¿o, no les parece?

Armando Quintero Laplume
Tomado del libro ENTRE NOSOTROS Prensa, democracia y gobernabilidad en la Venezuela actual de Carlos Delgado-Flores (coordinador) Ediciones de la UCAB. Serie Mapas de la COMUNICACIÓN. Caracas, noviembre 2009.